Hasta siempre hijo mío
Andrés Quintero9
LO MEJOR
  • Su ligera profundidad
  • Desde una historia familiar, un pedazo de la historia china
  • Las soberbias actuaciones de sus protagonistas
LO MALO
  • Su duración
  • Para quienes prefieran la claridad del relato lineal, su estructura basada en flashbacks
9Muy buena

TÍTULO ORIGINAL: Di ju tian chang

AÑO: 2019

DURACIÓN: 180 min

GÉNERO: Drama

PAÍS: China

DIRECTOR:  Wang Xiaoshuai

ESTRELLAS: Ai Liya, Du Jiang, Zhao Yanguozhang, Li Jingjing, Qi Xi, Xu Cheng, Wang Jingchun, Roy Wang, Mei Yong

La verdad sea dicha yo no esperaba, en estos confusos tiempos de pandemia en los que el ir al cine se ha reducido a reproducciones interrumpidas en pantallas de computador, encontrarme con una de esas películas que se instalan en la galería, sin muchos espacios ya,  de mis favoritas.  Estoy hablando de Di ju tian chang , en español Hasta siempre hijo mío, la película del director chino Wang Xiaoshuai que en el 2019, su año de estreno, le trajo a sus dos portentosos protagonistas,  Wang Jingchun y Mai Yong, sendos osos de plata en el festival de Berlín.

Hasta siempre hijo mío es una película de contrastes y contrapunteos.  Así como retrata con íntima minuciosidad la historia de un par de familias obreras que viven, en las décadas de los setentas, ochentas y noventas,  una serie de episodios dolorosos, lo propio hace, desde ese lente familiar, con la China de esos años signados por un régimen totalitario que transita, veloz y despiadadamente, de un comunismo alienante a un consumismo degradante.  Xiaoshuai ni hace apologías de nada, ni  lanza diatribas contra nada o nadie. Se limita, expandiéndose magistralmente, a mirar con parsimonia como padre y madre, a raíz de la pérdida temprana de su único hijo, van acomodándose en un mundo que saben, ya por siempre, trunco e incompleto.

Tres horas de duración  – y más frente a la pantalla de un computador – es todo un reto de paciencia y dedicación. Hasta siempre hijo mío logra que tan larga travesía sea, no tanto amena y entretenida, pero sí envolvente y cautivante. La manera como padre y madre,  Yaojun y Liyun, encaran su existencia es, en términos nerudianos, una oda a lo elemental. Sin acudir a tonos heroicos o grandilocuentes y sin pretender reivindicaciones de lo humilde y anónimo, la película de Xiaoshuai logra su carácter magistral por negarse decididamente a tenerlo. Lo que hace la cámara no es otra cosa que  conformarse con estar, sin afanarse, sin adornarse. Simplemente mirando para que sea lo mirado lo que se exprese y no quien lo mira.

Más que la impresión tengo la certeza de que películas como Hasta siempre hijo mío se enfrentan, con plena conciencia, a la dificultad que apareja su duración, su ritmo, su propia arquitectura narrativa. Estamos acostumbrados y eso es lo que buscamos, al menos en lo que ambiguamente llamamos occidente, a que, empleando el símil boxístico que alguna vez usara Cortázar,  las películas nos ganen por nocaut  y no por puntos. Nos gusta el vértigo envolvente, la ficción transportadora, el deleite inmediato, la embriaguez pasajera, la excitación periférica.  Nos cuestan trabajo, en cambio, esas películas que avanzan, como suele avanzar la vida, sin estridencias y estrépitos. Nos cansan incluso al punto del aburrimiento porque, en esa alteración de propósitos que hemos hecho tan nuestra,  se va al cine a ver lo que no nos muestra la vida ordinaria. Tanto nos pesa la realidad y tanto nos hostiga y apremia con sus grises afanes, que lo deseable es rehuirle, esquivarla, al menos por un par de horas.

El cine que ofrece Hasta siempre hijo mío no es el del estrépito ni, tampoco,  el de las bellas felicidades o el de las deliciosas evasiones.   Nada de malo tiene el cine de la fascinación y  la entretención pero el código del trabajo de Xiaoshuai es otro, el del saber mirar, el del apaciguar para contemplar sin caer en preciosismos y sin desconocer por un segundo que el cine es y será por siempre cautivar. Téngalo presente si  se le mide de ver Hasta siempre hijo mío :  la película lo vencerá por puntos y usted disfrutará la derrota.

Mención aparte y elogiosa mención, para su dupla protagónica. Wang Jingchun y Mai Yong hacen un par de papelazos. De hecho es el lente íntimo y microscópico del director Xiaoshuai el que privilegia este par de actuaciones. Son sus silencios, sus rostros, sus ritos mínimos lo que van confeccionando una historia de vida en la que convergen, como quien prepara una sencilla receta casera,  dolores, esperanzas y penas.  Sus osos de plata en el Festival de Berlín 2019, un acierto sin cuestionamiento.

La vida es así, pareciera susurrarnos al oído Hasta siempre hijo mío, pero no por ser así,  ordinaria y simple, pierde su sentido y brillo. En un diálogo  trivial y magistral, Yaohun le dice a su mujer, cuando una turbulencia sacude el avión que los transporta , y pese a todo seguimos temiéndole a la muerte.   Ese miedo es el que los lleva, día tras día, sin grandilocuencias,  a  aferrarse a un té caliente, a la emoción, con esa contención asiática,  que les depara el reencuentro con un amigo, al perdón que dan y reciben, a una bocanada de humo, a la vida misma, crisol de impurezas y bellezas.

 

Sí, quien lo creyera. Una película de tres horas. Hallada en la selva informática.  Ninguna recomendación o reseña de por medio, Vista, lo confieso, en dos o tres tandas en el computador en el que ahora escribo. Vista además en estas épocas de temeroso encierro.  Con todo y eso una película que termina, por todos sus méritos,  inscribiéndose en el listado de mis dilectas.

En momentos en los que tanto se especula sobre el futuro del cine, Hasta siempre hijo mío es una prueba, tan discreta como contundente, de su poder y permanencia. Disponible en MUBI y en Youtube. https://youtu.be/OBG0inTl5mc