RomaAndrés Quintero9LO MEJORDesde su mirada local, su visión universalLa exquisita sensibilidad de su cámaraYalitza AparicioLO MALOQuizás un par de escenas que sin deslucir, poco a nada aportan2018-11-149NotableTÍTULO ORIGINAL: Roma AÑO: 2018 DURACIÓN: 2h 15min GÉNERO: Drama PAÍS: México DIRECTOR: Alfonso Cuarón ESTRELLAS: Yalitza Aparicio, Marina de Tavira, Marco Graf, Daniela Demesa, Latin Lover,Enoc Leaño, Clementina Guadarrama Se me estaba yendo este 2018 sin una película que dejara marca. Como siempre, hubo una buena racha a comienzos del año con las películas nominadas al Oscar pero después de repartidas las estatuillas la cartelera se hundió, con muy contadas excepciones, en una desalentadora mediocridad. La marca llegó, profunda marca, con Roma la película semi autobiográfica del director mexicano Alfonso Cuarón. El trabajo magistral de Cuarón – estuvo en el guión, la dirección y la fotografía – llegó fugazmente a nuestra cartelera dentro del festival The Classics 2018. Una aparente intromisión en un festival reservado a las películas que vivirán por siempre. Digo aparente porque Roma, faltando cerca de un mes para su estreno, ya es todo un clásico. Convalidarán su boleto a la perennidad todos aquellos que la vayan viendo. No me cabe la menor duda. Alfonso Cuarón llevaba varios años rumiando la idea de hacer una película en Mexico. Tenía que ser allá porque su obsesión estaba ligada a un ejercicio de recuperación de memoria y para lograrlo necesitaba las calles que anduvo de niño , su casa en el barrio Colonia Roma, la sala inmensa de cine y necesitaba, especialmente necesitaba, a esas nanas con las que creció y que luego el tiempo le demostró cuanto y cuan hondo se le habían clavado en el alma. Cuarón sabía que el implacable paso del tiempo hacia de esta recuperación un imposible pero también sabía que su empeño de reconstrucción requería ese halo, esa fragancia, ese fantasma que siempre dejan las cosas idas. Finalmente y después de tropiezos y aplazamientos Cuarón y su equipo devuelven el tiempo y logran un majestuoso retrato de una familia de clase media en el Distrito Federal a comienzos de los setentas. Cuando escribo majestuoso no me refiero ni a un trabajo meticuloso ni a una de esas exploraciones fatigosas en el pasado, majestuoso porque lo que hace Cuarón es mirar lo íntimo extrayéndole esa vibración oculta que explica la sonoridad del todo. Es simplemente asombrosa la sensibilidad del mexicano para captar el sentido y la expresión de las cosas más triviales y cotidianas confiriéndoles un lenguaje que desde lo más local emerge hacia lo total. El epicentro de la historia que no es otro que una fracción de la vida de Sofía (Marina de Tavira) y sus cuatro hijos en una ciudad de Mexico que exhibe, tumultuosamente, su muy poderosa cultura popular, sus diferencias sociales y su caótico momento de transición política y social. En esa familia, una familia con la espera incierta de un padre que quizás nunca vuelva, una discreta mujer va de aquí para allá y de allá para acá. Es Cleo (Yalitza Aparicio) la empleada que junto a su madre (Nancy García García) van bordando el tejido de amor , humildad, coraje y servicio sobre el que la familia entera, sin apenas darse cuenta, irá sosteniéndose para atravesar, entre risas y llantos, los corredores de la vida. El blanco y negro de Roma lo impregna todo de un ambiente que transporta al espectador a un ayer que aún se debate entre su dilución en el tiempo y su endeble huella en el presente. Mi infancia ya es historia dijo Cuarón en una reciente entrevista y esta, su más personal y mejor lograda película, es un tributo a ese tiempo en el que de niño absorbía por igual las desavenencias de sus padres, la jerarquización de la sociedad mexicana y esa abnegada entregada de unas mujeres que fueron un eje vital en su proceso de crecimiento. Con las libertades de quien está más por capturar la emoción de una vivencia que por reproducir fielmente unos hechos, lo que hace Cuarón es servirse de la historia de Cleo para, a la vez que homenajearla agradecido, contar su propia historia o, más que ello, traer esos trozos de pasado que hoy siente que lo hacen ser quien es. La cinematografía de Roma es estremecedora. La cámara se extasía por igual con el agua corriendo sobre las baldosas de la entrada que con una multitud enardecida. La celebración navideña, la clase de artes marciales, los ejercicios de tiro son escenas pinceladas de fantasía y, sobre todo, cargadas de belleza, permanencia y poderío. Cuarón no se conforma con la evocación nostálgica, ni lo suyo es la caricatura costumbrista. En Roma hay algo mucho más ambicioso, un ánimo de reflejar lo universal desde lo particular, un empeño por mostrar a través de unos personajes próximos y queridos, rasgos comunes de toda la humanidad. Es por eso que Roma con tu tono local tiene la capacidad de pulverizar fronteras, de ser atemporal. Sin restarle un gramo a su gran valor cinematográfico, tengo que confesar y compartir con quien me lea, que la película tiene una escena, otra en sus muchas memorables , que me llegó al alma. Cleo va al cine con su novio. Es una de esas enormes salas de aquel entonces . La película que están proyectando es la Fuga Fantástica (La Gran Juerga) con Louis de Funes, el inolvidable comediante francés. No sé que tanto la haya reconocido la concurrencia pero para mí fue ver de nuevo la escena final de una película que de niño vi, con fanatismo pueril, más de una decena de veces. Esa coincidencia me hizo pensar que quizás Cuarón, de niño también, empezó a enamorarse de su oficio gracias a las aventuras de ese franchute genial. Y aunque Roma es el barrio en el que transcurre la gran historia de Cuarón , también es el anagrama de la palabra amor.
Debe estar conectado para enviar un comentario.