Perfectos desconocidosAndrés Quintero7LO MEJOREl tema central del guión: genial a partir de algo cotidianoSu final: inteligente y sorprendenteLa actuación de Marco Gallini: clase y experienciaLO MALOLo vericuetos del guiónPor coquetearle tanto a la comedia como al drama, termina siéndole infiel a ambos2018-01-177BuenaTÍTULO ORIGINAL: Perfetti sconosciuti AÑO: 2016 DURACIÓN: 97 min GÉNERO: Comedia PAÍS: Italia DIRECTOR: Paolo Genovese ESTRELLAS: Giuseppe Battiston, Anna Foglietta, Marco Giallini, Edoardo Leo, Valerio Mastandrea, Alba Rohrwacher, Kasia Smutniak Unos amigos quedan en comer. En principio son ocho. Cuatro parejas. Cuando tres de ellas han dado inicio al ritual de las copas de vino, aparece el séptimo comensal que excusa a su pareja. Serán siete, número impar. Las parejas lo lamentan porque querían conocer a la nueva novia de su amigo. En otra oportunidad, quizás. Esta noche de cena de amigos, es noche de eclipse lunar, noche en la que tierra se interpone entre el sol y la luna, oscureciéndola por un momento. En los eclipses siempre hay un efecto de ocultación transitoria. Para el hinduismo cuando hay eclipses, los fantasmas aprovechan el aumento del raja/tama para crear problemas que luego tendrán repercusiones negativas. Junto al sattva, el raja y el tama son, para esta religión politeísta, los tres componentes del universo. El aumento que en noches de eclipse se produce en el binomio raja/tama, provoca un incremento en la interacción entre la pasión y la ignorancia. Para entendernos desde lo simple: en las noches de eclipse hay que andarse con cuidado, o nos comportamos o todo se puede ir al traste. En medio de los reproches cruzados y de las risas impostadas que suelen caracterizar estas veladas de amigos, uno de los presentes propone un juego inusual: que todos pongan sus celulares en el centro de la mesa y que todos se comprometan a compartir las llamadas, mensajes, videos y fotos que reciban esa noche. Volver público, por una noche entre amigos, lo que muchos consideran lo más íntimo y personal: esa cajita negra (tranquilos, tampoco es negra la de los aviones) con, sino todos, al menos sí muchos de nuestros parámetros de vuelo, llamada celular. A fin de cuentas son buenos y viejos amigos que se conocen bien y no debieran tener secretos que ocultar o zonas penumbrosas que resguardar. Así arranca una noche que tal vez termine demostrando que a diferencia de lo que sucede con los eclipses, las relaciones humanas están marcadas por ocultaciones permanentes que solo excepcionalmente muestran su verdadera cara. Alegoría inversa con el fenómenos astronómico. Es esta llamativa idea la que desarrolla Perfectos desconocidos, la película del italiano Paolo Genovese. Rodada en un único ambiente y con una acentuada evocación teatral, la comedia de Genovese va enredando progresivamente la madeja de unas amistades que se someten a tan riesgoso jueguito. A lo mejor nadie se siente del todo tranquilo abriendo el micrófono y la pantalla de su móvil al oído, ojos y juicio de otros. No necesariamente por ocultamientos o inconfesables secretos, sino por parcelas de privacidad que no se quieren, por la razón que sea, revelar. El resultado es una película sagaz y entretenida en la que el espectador, sin pestañear un solo momento, se ríe y de paso se guarda una que otra pregunta. Me le mediría yo a este juego? Hay llamadas que por nada del mundo quisiera poner en altavoz con los que considero mis mejores amigos y, en particular, con mi pareja? Estaría dispuesto ante este mismo grupo a compartir todas las fotos y videos que a diario me llegan? De servirme del celular estoy pasando a servirle yo a este asombroso y tiránico aparatico? Perfectos desconocidos tiene el mérito de hacernos plantear todas estas preguntas sin ínfulas intelectuales, con un planteamiento simple, divirtiéndonos y en medio de unas buenas actuaciones que desarrollan situaciones que van resbalando de la comedia al drama, para desembocar en un final tan inteligente como desconcertante. Mención aparte merece Marco Giallini, el anfitrión de la cena. Señor actor Dejando fuera de discusión su enorme capacidad de entretención y el humor inteligente que la atraviesa de principio a fin , lo que a mi juicio debilita la película de Genovese es su guión atiborrado de situaciones extremas. Si Perfectos desconocidos fuera, como equívocamente lo anuncia su ficha técnica, una típica comedia, no habría problema porque la comedia permite, en función de la risa, que suceda de todo: lo verosímil y lo inverosímil, lo creíble y lo increíble, lo cuerdo y lo alocado. La hipérbole es su lenguaje, su licencia, la desmesura. Pero lo que pasa con Perfectos desconocidos es que su tono de comedia no es más que un atuendo ligero con el que se viste un drama que no por ordinario y corriente deja de ser espeso: el de la aparente imposibilidad de una relación monogámica estable, fiel, armónica y constructiva. El que el resultado del juego sea el que no quede títere con cabeza en una noche en la que todo se revela, le quita credibilidad a la historia relativizando su componente de drama y caricaturizando lo que tiene de comedia. Así lo evidencia su tono aleccionador y moralista que rima mal con la espontaneidad, ligereza y frescura de su planteamiento inicial. Seguramente Genovese se dio cuenta que la idea central de la película no podía malgastarse en una comedia olvidable y palomitera y por eso, en un paso forzado, apaciguó con una que otra sombra de drama lo que venía con colorido de comedia. No sé si la película se lo proponga o no, pero lo cierto es que sin siquiera uno preguntarse cuáles son los componentes del universo o si ahondar en la discusión de si una relación monogámica puede ser armónica y estable, lo que sí parece fuera de discusión es que en el orden planetario de las cosas y en el ámbito simple de las relaciones humanas, estos aparatejos, tan infames como benditos, lo han conmocionado todo.
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