Ocean's 8: Las estafadorasAndrés Quintero6LO MEJORSu toque de sofisticaciónAnne HathawayLO MALONo haberse desmarcado de sus antecesorasLo mejor de lo femenino es lo auténticamente femenino, no lo masculino feminizado 2018-06-136AceptableTÍTULO ORIGINAL: Ocean’s Eight AÑO: 2018 DURACIÓN: 1h 50min GÉNERO: Acción, Comedia PAÍS: Estados Undos DIRECTOR: Gary Ross ESTRELLAS: Sandra Bullock, Cate Blanchett, Anne Hathaway, Helena Bonham Carter,Mindy Kaling, Rihanna, Awkwafina, Sarah Paulson, Dakota Fanning, Eric West La historia es más o menos así : en 1960 Lewis Milestone dirige la primera Ocean’s 11. Un grupo de galanes, encabezado por Frank Sinatra, decide robar un casino en Las Vegas. Que mejor escenario para un robo cuasi imposible, que la incandescencia de una ciudad, también cuasi imposible, diseñada para descarrilar todos los vicios. Angie Dickinson fue en aquel entonces la bella, una bella indispensable para realzar por contraste el glamour, ciertamente masculino, de esa selecta cofradía de ladrones. Despreocupadas épocas de un machismo en el que nadie pensaba y el que nadie cuestionaba porque, simple y llanamente, allí estaba. Cuarenta años después, en el 2001, Steven Soderbergh (el director de Sexo, mentiras y videos (1989) , de Traffic (2000) y de otras menores cosas) desempolva la vieja idea y la pone a brillar en La gran estafa (Ocean´s eleven) . Diestro en el manejo de elencos siderales, Soderbergh le confía esta vez la comandancia del gran robo a George Clooney. Brad Pitt, Matt Damon, Casey Affleck y otros serán ahora sus atractivos secuaces. Ahora de bella – y quien entonces más bella – la siempre Julia Roberts. En este primer remake Soderbergh logró una versión fresca y divertida basada, como su antecesora, en el encanto de un heterogéneo grupo de bribones en el que la presencia femenina era, a la usanza de entonces, un referente de deseo y beldad o de beldad y deseo pero nunca una pieza en la maquinaria inteligente y audaz requerida para robar. Movido por el tintineo de la caja registradora , el director repite tres años después con leves variantes en el elenco, uno más en el equipo ladrón, pero esta vez con un resultado algo menos que discreto. La nueva gran estafa fue el nombre entre nosotros de este segundo envión (Ocean´s twelve) . Porque la caja siempre afana, en el 2007 Soderbergh pasa de 12 a 13 (Ocean´s 13) y vuelve a hacer rodar la ruleta. Tipos como Al Pacino y Vincent Cassel se suman a la fiesta confirmando que tanta estrella junta no asegura ni bellos ni buenos firmamentos. Prueba de ello es que estas dos últimas películas de Soderbergh no hicieron más que , desdibujándose ellas, fijar en el recuerdo del público la primera. Las cosas han cambiado. El 2017 fue el año de los escándalos por acoso sexual en Hollywood. Figuras como Harvey Weinstein, Kevin Spacey, Bill Cosby, Dustin Hoffman y hasta el mismísimo Morgan Freeman pasaron al paredón de fusilamiento por sus conductas soeces y abusivas. Las princesas, aquellos referentes pasivos de beldad y deseo, salieron no solo a denunciar toda suerte de abusos sino a reclamar, cada vez con más fuerza y ahínco , sus derechos. Con valiosas excepciones que confirman la regla, el cine ha sido por años un altar a ese modelo hoy anácronico del hombre victorioso acompañado por, cualquiera que sea su versión, una encantadora muñeca. Un coro de inconformidad viene rechazando sistemáticamente esa concepción y reclama un nuevo espacio – paritario , justo y renovadamente femenino – en el que la mujer, tanto en la calle, en la casa, en el trabajo o en la pantalla, asuma el tejido de su propio destino y deje de ser ese decorado deseable y bello al que por tantos años fue relegada. Me too es la voz que se repite. Discurso de reivindicación indispensable para muchos, para otros incómodo, valioso para algunos, distorsionado en el sentir de otros pero, para todos, presente e imparable. Es en este momento de transición y reinvidicación que Gary Ross (Los juegos del hambre , 2012) toma la posta de Soderbergh y vuelve al esquema tradicional de un equipo conformado por los más disímiles personajes que se le medirá, contra todo pronóstico de éxito, a un robo espectacular. En esta oportunidad el mantel cambia de cara y en lugar de los 11, 12 o 13 ladrones , ahora son 8 las ladronas. En esta oportunidad quizás menos pueda llegar a ser más. Bajadas de la pasarela por la que desfilaban o de la torre encantada por cuya ventana oteaban la llegada de su príncipe azul, estas mujeres son ahora el cerebro y también el músculo del gran golpe, en esta ocasión y más a la medida de su toque de sofisticación, el robo de joyas en una exhibición itinerante del museo Metropolitano de Nueva York. El Sinatra de otrora, el Clooney de la trilogía de Soderbergh , es ahora una Sandra Bullock en su personaje de Debbie Ocean (hermana del protagonistas de las Ocean´s) quien, recién salida de la cárcel, se dedica a preparar uno de esos robos magistrales que en el imaginario colectivo siempre han tenido, en la ficción y en la realidad, un avasallador protagonismo masculino. Esta vez son ellas las que idean, maquinan, planean y ejecutan el gran golpe. Vamos por partes para no confudirnos. Una cosa es la merecida reinvindicación de género en la que está empeñada, junto a otras más, la industria cinematográfica. Un movimiento vigoroso que no tiene marcha atrás y cuyos efectos son las pinceladas, tan acertadas en veces como erráticas en otras, de una travesía cuyo destino aún somos incapaces de vislumbrar. Y otra cosa es el resultado cinematográfico que ofrece Ocean´ 8. Lo primero es que pese a la publicidad que anuncia lo contrario, la película de Ross en muy poco se desmarca de sus antecesoras. Mujeres ahora pero mujeres haciendo lo mismo que sus galanes, emulándolos incluso en sus dejos, estilos y comportamientos. La estructura del robo y su puesta en marcha se siente como un déjà vu en el que el empeño innovador no es otro que demostrar que lo que hicieron unos apuestos malhechores, bien lo pueden hacer unas atractivas e inteligentes mujeres. Pero el hacer es el mismo. La sensación que queda de esta tentativa bienintencionada de desmarque, es que ese modus operandi elegante, sarcástico y, por supuesto, siempre caballeroso, le queda mejor a Sinatra/Clooney y sus secuaces. Dígase lo que se quiera decir. Ocean´s 8 es entretenida, no un deleite; es continuación, no innovación. Ross se metió por el estrecho camino de una marca establecida que tiene toda una carga de asociación entre el público. Seguramente una marca repleta de atavíos culturales y, sí, sexistas, pero que así está fijada en el consciente – y también en el inconsciente – colectivo. Defensor acérrimo de la causa femenina y partidario de la más alta condena a los comportamientos abusivos y acosadores de los machos alfa, sigo y seguiré prefiriendo al frente de estos sofisticados golpes donde el robar importa más que lo robado, a Sinatra/Clooney y sus compinches. Algo o mucho tendrá que ver en todo esto, porque el corazón tarde que temprano siempre se interpone, mi amor de siempre por Anne Hathaway y mi desamor inveterado por la Bullock. La segunda, ruda y desafiante, es el nervio que comanda la acción; la primera, frágil y bella, es la astucia hecha mujer.
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