Mi bella (y vieja) damaAdriana Bernal6LO MEJORLa utilización de pocas locaciones y personajes que logran enganchar al espectador.La apuesta a la intervención y profundidad en la evolución de los personajesLO MALOSituaciones y desenlaces predecibles, muy poco sorpresivos2015-10-226InteresanteTÍTULO ORIGINAL: My old lady OTROS TÍTULOS: Mi casa en París / Mi vieja y querida dama AÑO: 2014 DURACIÓN: 107 minutos GÉNERO: Comedia, Drama, Romance PAÍS: Reino Unido DIRECTOR: Israel Horovitz ESTRELLAS: Kevin Kline, Maggie Smith, Kristin Scott Thomas, Dominique Pinon, Michael Burstin La existencia de una herencia, un tema recurrente en el cine, se convirtió una vez más en la excusa perfecta para iniciar una historia en la que, bajo la sencillez de la trama, se esconden reflexiones y puntos de vista interesantes sobre el amor. La transformación de los personajes, sutil pero convincente, invita a que el espectador indague acerca de los miedos y del pasado que unen profundamente a los tres protagonistas. Mathias Gold (Kevin Kline), un neoyorkino por excelencia, llega a París con la firmeza de encontrar en el viejo continente la salida a su presente de fracasos, quiebras y decepciones, gracias a la única herencia que le dejó su padre antes de morir: un apartamento en la encantadora ciudad. Las esperanzas de encontrarse por fin con algo que valiese la pena de aquella fracturada relación entre él y su padre pronto se ven derrumbadas cuando se entera de que aquel lugar, que pensó por fin traería fortuna, está habitado por una anciana, Mathilde Girard (Maggie Smith) , y su hija, Chloé Girard (Kristin Scott Thomas). La noticia inesperada y la imposibilidad de realizar una venta del predio comienzan a jugar en contra del destino de Mathias, quien poco a poco intuye que su camino de sueños en el otro continente, alejado de su fatídico pasado, aparenta no tener un mejor futuro. Y aunque la historia parece enfrascarse en un problema relacionado con la gentrificación, la propiedad, la familia, las memorias de un barrio y de una casa de tradición, el choque de intereses y prioridades de cada uno de los personajes poco a poco van desvelando detalles que gradualmente anticipan un giro interesante en su relación y en la reflexión interna de su presente. Encontrar en el pasado la explicación de los vacíos que después de cincuenta años difícilmente pueden ser llenados, dan a la historia y a los personajes una fuerza que aparta a la película de una clasificación simplista de comedia dramática superficial. Sin tener demasiados elementos, situaciones, personajes y locaciones, los protagonistas entran en un proceso reflexivo e íntimo, en el que deben validar conceptos sobre el amor, después de enterarse y corroborar que Mathilde y el padre de Mathias durante toda su vida fueron amantes. Estos temas que a simple vista son fácilmente juzgables, a medida que los personajes se involucran con sus historias hacen que difícilmente uno u otro pueda ser tachado rotundamente como bueno o malo. Es indudable que esta pretende ser una película enfocada a la transformación personal, profunda y elocuente de los personajes, en la que sin duda alguna el estado crítico en mayor o menor medida de su presente los lleva a verse enfrentados a los miedos, dudas, sentimientos, rabias, rencores y sufrimientos que nacieron como resultado de la conformación de familias en las que la unión no iba más allá de lo formal, pues el amor real de unos y la resignación de los otros recae al final en sus hijos. Y aunque parecería difícil no juzgar estas realidades, Israel Horovitz nos abre las puertas hacia caminos en los que los matices de las relaciones amorosas, de pareja y familiares son cada vez más difusos, e inclusive me atrevería a decir más reales y sinceros. Sin embargo, y a pesar de encontrar riqueza en la trama y en la evolución de los personajes, la fuerza de la historia y del conflicto en algunos momentos se vuelve predecible, lo que sin duda alguna anticipa a reacciones de los personajes cuando las situaciones parecen dar vueltas y vueltas sobre el mismo tema. La intención de que el espectador se sorprenda con los giros fuertes e inesperados de la historia e inclusive con el final, se diluyen en la medida en que los problemas de los personajes se resuelven de maneras fácilmente imaginables. De todos modos para quienes quieren encontrar una media entre el drama, la comedia y el romance, My old Lady es un buen ejemplo, en el que existe el propósito de llevar un poco más allá a los personajes y mostrar de manera más evidente el trabajo que hay tras una historia bien contada y entretenida.
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