Bastardos Sin Gloria
Autor8
H. Santana (Dirección Distinta Mirada)8
8Nota Final
Puntuación de los lectores: (3 Votes)
7.6

TÍTULO ORIGINAL: Inglourious Basterds

OTROS TÍTULOS: Malditos Bastardos

La otra noche, noche de este 2010, me detuve en un canal que presentaba a tres mejicanos, bien mejicanos, hablando de cine. Se la estaban gozando. Como si en el estar de la casa de uno cualquiera de ellos, platicando los tres del cine que tanto les gusta, les hubieran instalado, sin que ellos se dieran cuenta, una cámara de televisión. Hablaban, arrebatándose la palabra los unos a los otros, de las mejores películas del 2009. Las tres listas eran, como siempre, disímiles. Con un inevitable tono local las tres coincidían en elogiar películas nacionales cuyo nombre no recuerdo y que, muy segura y desafortunadamente, no veremos en nuestras pantallas. Con un envidiable desparpajo se burlaban del gusto del otro y decían no entender como pudo gustarte aquella y, en cambio, no gustarte esta otra. En medio de tan divertida juerga llegaron, cuando menos uno lo pensaba, a un unánime acuerdo respecto, ni más ni menos, de la mejor película del 2009. Malditos bastardos o Bastardos sin gloia fue el título en que todos coincidieron sin la más mínima hesitación.

Para ese momento yo aún no había visto la última película de Quentin Tarantino. Muchos amigos me la habían recomendado y me había llamado particularmente la atención que los elogios venían de personas cuyos gustos cinematográficos son, entre sí, bien distintos por no decir que son abiertamente contrapuestos. No había de otra.  Había que verla. Aunque ya empezaba a desaparecer de la gran cartelera comercial, uno que otro teatro la conservaba. Y allá fuimos a parar con mi mujer, mi infaltable compañera en ese plan sorprendente e inigualable que es ir al cine.

Bastardos sin gloria es un divertimento inteligente y atrevido que no pretende ser, para nada, un desafío de apego histórico. La Historia, así escrita con mayúscula, siempre se pretende fiel y verdadera y es, por ser historia, así escrita con minúscula, siempre mentirosa y amañada. Contar, para bien o para mal,  es siempre tergiversar y salvo propósitos innobles o mezquinos, imaginarnos lo que fue como nos hubiera gustado que hubiese sido, es una licencia que a todos nos ha sido permitida. Lo menos creíble que hay es aquello que se presenta como enteramente ceñido a la realidad que pretende expresar porque, en la medida que sea expresión es, inevitable y felizmente,  distinto de lo expresado.

En Bastardos sin gloria una niña ve, horrorizada, como toda su familia es asesinada por el despiadado coronel nazi Hans Landa, magistralmente interpretado por Christoph Walttz. Sabremos después que la sobreviviente, encarnada por Mélanie Laurenet, habrá de refugiarse en París con  un nombre falso y con un discreto pero a la vez encantandor negocio: una sala de cine. Llamarán la atención de un oficial alemán tanto la sala como su bella propietaria. En otro lugar el teniente Aldo Raine (Brad Pitt) conforma un grupo de sanguinarios judíos dedicados   – mitad por hobby, mitad por venganza – , a  diezmar las filas de la comandancia nazi. Se les conoce, y no propiamente por la fina diplomacia de sus métodos, como los Bastardos. Para perpetrar el mayor de sus crímenes vindicativos cuentan con el apoyo de la famosa actriz alemana Bridget Von Hammersmark (Diane Kruger) que se ha infiltrado en los altos estamos del tercer Reich para desde allí servir a la causa aliada. Será en una función de gala de aquella sala parisina donde se desatarán, imbricándose,  los hilos de la trama.

Del modo como esta narrada la historia pueden decirse muchas cosas. Puede decirse, por ejemplo, que es una narración trivial  que alcanza, apenas, la pasajera diversión de lo banal;   puede también decirse que los diálogos brillantes no alcanzar a suplir los vacíos que deja el irregular entretejido de la historia. Pero también puede decirse que   en Bastardos sin gloria la historia, la sucesión ordenada o desordenada de hechos, es un simple pretexto para resaltar delirios y burlas, para mofarse de una infamia, no mediante la denuncia obsesiva de lo que sucedió y jamás debió haber sucedido, sino mediante la grotesca caricaturización de unos personajes nefastos a los que la imaginación desbordada les enfrenta unos anti-héroes que no pretenden más gloria que el sabor efímero de una victoria.

La crítica que nunca es una sino, por el contrario, un ramillete variopinto de apreciaciones subjetivas que pronto se marchita, ha dicho de Bastardos sin gloria que es la muestra del tono más maduro que ha alcanzado su director Quentin Tarantino. Y es esta misma crítica la que ha dicho que en Bastardos sin gloria Tarantino perdió el tono que lo hacía irrepetible y único. Personalmente creo que Bastardos sin gloria sigue siendo tan tarantinesca como sus predecesoras solo que la pluma irreverente escribe en este caso sobre un papel distinto que obliga a utilizar otros trazos sin que ello desdibuje el infaltable estilo de este monstruo que es Tarantino. En Bastardos sin gloria tuve la sensación de estar viendo un Tarantino, igual de demoledor y alucinante, pero más clásico, como si el entorno de la narración lo hubiese obligado (a él que nada lo obliga a nada) a estilizar sus habituales desvaríos narrativos para lograr así, efectivamente, un nuevo tono que lejos de traicionar su estilo lo renueva como es propio de todo gran creador.

Lo han dicho todos y los varios galardones así lo confirmar: la actuación de Christoph Walttz es magistral . El coronel nazi Hans Landa es, a la vez que brutal y sanguinario, delicado y fino lindando casi con la feminidad. Esta desconcertante mezcla la logra con excelencia Walttz en una de esas actuaciones que van mucho más allá del trabajo actoral. A veces al esfuerzo y al talento del artista terminan secundándolo y, en este caso, catapultándolo hacia la cima, factores de muy distinto tipo que concurren como ingredientes en esa fórmula mágica que es una soberbia e inolvidable actuación. Falta el Oscar que, estoy seguro, la Academia le concederá con toda justicia  a Christoph Walttz.

No estoy seguro de sumarme al veredicto unánime de los tres mejicanos. Pero si puedo decir que Bastardos sin gloria está entre las diez mejores películas del 2009.