La tumba de las luciérnagasJulio César Padilla9LO MEJOREl documento histórico qué es.En 1988 pocos pensaron que en la animación podría narrarse un drama tan doloroso, Takahata si lo hizo con esta obra.La preocupación humana detrás de la película por parte de su director en la historia desde un lugar bien distinto al del clásico cine sobre la Segunda Guerra Mundial.LO PEORSaber que Setsuko existió y quizá existaQue solo fue premiada en el Chicago International Children's Film Festival y en Blue Ribbon Awards.El lugar marginal que ocupa en el anaquel de películas antibelicistas 2015-08-069Notable TÍTULO ORIGINAL: Hotaru no haka OTROS TÍTULOS: Grave of the Fireflies AÑO: 1988 DURACIÓN: 89 minutos GÉNERO: Animación, Drama PAÍS: Japón DIRECTOR: Isao Takahata H ollywood nos tiene tan acostumbrados a ciertas fórmulas insulsas en el cine animado, que la mayoría de veces pensamos categóricamente que es para niños. Así mientras adjudicamos un público aparentemente inexperto también lo consideramos un cine menor, pero cuando en el argumento de una película animada está narrada la guerra y hay una preocupación explícita por contar la tragedia, acorde a como sucedieron los hechos, cambia por mucho este vulgar lugar común y pronto reconocemos que el cine animado es ilimitado, o sea sus fronteras creativas son pocas y a lo mejor hasta superan las del cine tradicional. Usualmente la narración del cine animado es para todo el público sin restricciones PG y puede decirse que presenta un universo de símbolos y formas que no necesariamente tienen su significante en el mundo real. Ambas cosas ensanchan las posibilidades del cine volviendo la animación un estilo de contar minucioso, pertubador y denso. En el Studio Ghibli tienen presente estas ventajas y por eso en sus películas interviene no solo la literalidad de la historia en conjunto con la complejidad de la personalidad de quienes participan en ella, el lugar de los objetos o las relaciones con los otros, sino también el mensaje detrás del mensaje, la metáfora o el subtexto. Pues bien, la tumba de las luciérnagas propone una historia desde el diminuto lugar de los que no se ven pero existen y están justo allí. Me refiero a los insectos, los huérfanos, los indigentes, los fantasmas o las luciérnagas, todos en un par de niños que hacen un mundo ignorado. Son ellos los protagonistas de lo que quedó de la Segunda Guerra Mundial en la isla de Honshu, específicamente en la ciudad de Kobe. Luego de verla recordé un autor que nos dice: más allá de vencedores y vencidos, la guerra deja traumas. Dominick LaCapra ha dicho que el trauma es un “agujero en la experiencia histórica”. En ese sentido narrarlo o representarlo es una labor difícil. Cualquiera sea la representación (en cine o literatura por ejemplo) debe superar tanto la ambigüedad del testimonio o la distorsión creativa de la ficción, como la reconstrucción objetiva o el mero procesamiento de información, es decir la narración del trauma debe tener un contenido estético [capaz de generar y proyectar] : “afectos, empatía y cuestiones de valor” sin crear culpables individuales o reavivar venganzas. La película es un recuerdo «contado» por fantasmas, es una narración fantasmagórica -no fantástica- de dos niños huérfanos a raíz de la guerra. A la vez que reconocemos la orfandad como un desastre hecho por humanos, reprochamos la ausencia de solidaridad de los adultos con Seita y Setsuko, viendo así que todos son culpables, la gente del pueblo en Kobe, los oficiales Nipones y los bombarderos de Estados Unidos. Así se difumina la culpa y no se le adjudica a un solo victimario como erróneamente suele suceder después de la guerra; así La tumba de las luciérnagas evita construir al enemigo pero también a la víctima, como si lo hacen otras películas, se me ocurre Voces inocentes (2004). La película, al tener aquellas características, permite reconstruir los hechos e impone el deber de recordar cómo sucedieron, mostrando los espacios, las tradiciones en Kobe, el vestuario de esa época, la vulnerabilidad y valentía de Setsuko y Seita, que podrían ser inenarrables con la imagen tradicional (Montero, 2008). Es curioso que el cine sobre la Segunda Guerra suela fijarse en el dolor indecible del holocausto judío, pero su calificación de Mundial desatienda los otros dramas o las otras experiencias traumáticas. Este olvido lo suple este relato de fantasmas que nos va diciendo algo nuevo para 1988 y el cine antibelicista: la guerra deja muertos que son los primeros testigos, pero a veces no son los que caen a bala en el culmen de la violencia, a veces digo, son los que tienen lazos con los que mueren en la guerra: los hijos por ejemplo. Ellos que en su condición de fantasmas estando vivos y estando muertos nos dicen: esto pasó, así fue, lo hemos olvidado y esta allí imperceptible en los lugares y en las personas, como el murmullo de un fantasma. En el film de Takahata, está la historia de un lazo roto y una imposibilidad de resiliencia. Todo lo que podemos hacer es contar alumbrando con esa luz tenue y finita -combinación de oxígeno y luciferina que quizá haga las veces de la de una estrella menos espléndida – los hechos desde el sepia donde Setsuko y Seita existen aun hoy. Finalmente, quiero resaltar algo más sobre Takahata. Algunos directores de cine siguen una regla, poner frente a los espectadores imágenes muy brutales, sádicas o cursis buscando realismo y a como de lugar el llanto. Hay quienes lloran, quienes dicen que el llanto en un drama es un indicador de calidad de la película, incluso si no hay historia. En La tumba de las luciérnagas su director no sigue aquella regla pero es inevitable llorar, y mucho más que eso discernir y reflexionar ante la complejidad de una historia tan pequeña como Kobe, pero tan valiente como Seita o «el gran imperio japonés», que así como los niños, termina vencido. Como nos dice Laura Montero: «Se muestran los acontecimientos desde una lejanía respetuosa, exenta de morbidez y melodramatismo. Es justamente en esa delicadeza y respeto donde La tumba de las luciérnagas muestra su verdadero atractivo y virtuosismo, al mostrarnos escenas aterradoras… [pero] cargadas de simbolismo. Demostrando así que muchas veces la elegancia se torna mucho más impactante y atractiva que una animación descarnada. Se descubre la poesía a través de la contención, pero fundamentalmente a través de la sutileza.» Referencias Montero, Laura (2008). ¿Es posible la reconstrucción histórica en el cine de animación?. I Congreso Internacional de Historia y Cine. Universidad Carlos III de Madrid, Instituto de Cultura y Tecnología, disponible acá: http://e-archivo.uc3m.es/handle/10016/17745#preview LaCapra, D. (2001). Escribir la historia, escribir el trauma. Buenos Aires: Nueva Visión.
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