La boda
Andrés Quintero 7
LO MEJOR
  • Su tono honesto y respetuoso
  • La actuación de Lina El Arabi
LO MALO
  • Su desenlace inesperado pero a la vez algo forzado
7Buena

TÍTULO ORIGINAL: Noces

AÑO: 2016

DURACIÓN: 1h 38min

GÉNERO: Drama

PAÍS: Bélgica

DIRECTOR: Stephan Streker

ESTRELLAS: Lina El Arabi, Sébastien Houbani, Babak Karimi, Nina Kulkarni, Olivier Gourmet

 

Pensándolo bien no es tan difícil imaginar que en pleno siglo veintiuno siga existiendo la tradición  de que los padres le impongan marido a la hija que está en edad de merecer. Y no lo digo solo por la costumbre  ancestral de los pueblos islámicos, sino también por aquella otra más agazapada de las culturas occidentales en las que también los padres direccionan, mucho más de lo que pudiera creerse,  la escogencia matrimonial de sus  hijos. En un mundo cada vez más libertario y abierto, cualquiera tildaría de aberrante una injerencia de este tipo y condenaría que en una decisión tan íntima y personal se entrometan personas distintas a los contrayentes.  Sin embargo tras tan nobles declaraciones se oculta – y ocultará siempre –  ese deseo paternal de orientar – cuando no de claramente reconducir –  la decisión de  hijos cuando toman la decisión de construir su propia familia.

La boda, última película del director belga  Stephan Streker, cuenta la historia  de Zahira una joven paquistaní que ha crecido con la doble influencia de una familia aferrada a sus tradiciones de origen y credo religioso y de un contexto socio-cultural, el belga en este caso,  que la ha sumido en ese torrente occidental que encomia, a la par, el avasallamiento de la tecnología y la libertad a ultranza. Zahira tiene ya dieciocho años y sus padres están empeñados en que se case con un paquistaní para  preservar esa tradición  que la inscribirá en un modelo sabido y probado, sino de felicidad, al menos sí de subsistencia tribal.  Nada malo ven en que sean ellos mismos quienes guíen su escogencia de marido. Atemperan y modernizan su decisión poniéndola a escoger entre tres candidatos y permitiéndole que los entreviste, porque están en Pakistán,  por skype. Zahira se rebelará contra semejante ignominia por absurda e inaceptable y le hará saber a sus padres que no será títere de sus manipulaciones sentimentales.

 

A partir de este planteamiento Streker arma una historia  que gira de principio a fin en torno a las dudas que asaltan sin pausa a su protagonista.  A la vez que le parece un enorme sinsentido la  imposición de sus padres, intuye en ella un oculto sentido, un inconfesable valor. Como expresión de su rebeldía y su preciada autonomía, se escapa con su novio y juntos atraviesan en moto alguna campiña belga para luego  sentir  la necesidad de tender su tapiz y orar en dirección a la Meca.  En la noche, de fiesta con sus amigos,  deja que su pelo negro ondee al ritmo frenético de la música para luego cubrirlo a la salida con su hiyab .  Pero la prueba más desgarradora de esta confrontación de ideas y sentires la experimenta cuando tiene que decidir la suerte del bebé – o del embrión –  que lleva dentro. A la vez que anhela levantar vuelo, desea conservar el calor del nido. A sus vacilaciones y apegos, a la tradición y a su propia familia, Zahira sabrá anteponerles sus ideales y convicciones y eso tiene su recompensa pero también, y no exiguo, su precio.

La boda no es, como a simple vista pudiera pensarse, una película íntima o sicológica. Es una película directa y comprometida,  no con una causa específica, pero sí con aquella otra, más imprecisa y difuminada, llamada la condición humana en la que confluyen, contradictoria y dialécticamente, la fe y el escepticismo, la sumisión y la rebeldía, la tribu y el individuo. La línea fácil hubiera sido – y afortunadamente no lo fue –  apabullar con la fría y libertaria razón una tradición, al menos para nuestra cultura, descabellada,  discriminatoria e injusta. Streker no se conformó con la fórmula tradicional de la denuncia intelectual y liberal sino que bajó – o  quizás subió  – un escalón y al menos intentó averiguar por  la razón oculta en lo que a primera vista carece por completo de ella.

En su papel de Zahira, Lina El Arabi logra una actuación sobria y convincente que permite, con el tono de discreción y mesura que atraviesa toda la película, un buen contraste con el resto del elenco. Con  tomas extensas y acentuados acercamientos, la cámara de La boda le resta importancia a los diálogos y se lo da a la sensación, a la convulsión de sentimientos. El resultado es una película honesta y respetuosa que se asoma a dos mundos enfrentados para mostrar como en cada uno de ellos pareciera ondear la bandera de su propia razón.  La boda no emite juicios,   se limita a retratar situaciones a través de unos personajes marcados por la confrontación permanente de sus principios y valores.   Será el espectador el que tendrá que construir su propia valoración con la seguridad de que al hacerlo siempre le quedará la certeza de que la verdad, como valor absoluto,  nunca pertenecerá a una valoración específica. La verdad no la tiene ninguna de las miradas opuestas; la verdad no es otra que la tensión que las enfrenta.