IdaAutor10A.Quintero (Dirección Distinta Mirada)92014-07-319.5ExcelentePuntuación de los lectores: (1 Voto)9.4OTROS TÍTULOS: Sister of Mercy AÑO: 2013 DURACIÓN: 80 min. GÉNERO: Drama PAÍS: Polonia DIRECTOR: Pawel Pawlikowski ESTRELLAS: Agata Kulesza, Agata Trzebuchowska, Dawid Ogrodnik Ida cuenta una historia en la Polonia post estalinista de principios de los sesentas. Anna es una novicia que acaba de cumplir dieciocho, a punto de tomar sus votos en el convento donde ha vivido toda su niñez al haberse quedado huérfana. La madre superiora se entera de que Anna tiene una tía que aún vive y le sugiere verla antes. Viaja entonces a conocerla, y descubre así no solamente que su nombre fue Ida, sino que proviene de una familia judía, asesinada durante la ocupación Nazi. Ida y su tía Wanda deciden, a tropezones al principio, emprender juntas un viaje en búsqueda de los restos de sus familiares, que terminará siendo también la búsqueda interior de su identidad. El director Pawel Pawlikoswki opta en esta película por contar la historia en forma lineal y clara. Los hechos se nos presentan de forma minimalista, sobria, sin artilugios ni manipulaciones, casi como si los eventos trascendentes tuvieran el mismo peso que los menos importantes, como si hubieran sufrido una especie de proceso de homogeneización, presente en otros aspectos de la película, como la ausencia del color, o la distancia que toma la cámara de los personajes evitando invadirlos. Contrario a lo que se podría pensar, el efecto es precisamente el contrario: en lugar de aplanar el resultado final, sorprende y conmueve profundamente en el relato, revelando la verdadera esencia de los caracteres. La etérea Ida, angelical y sensual a la vez, ha estado enclaustrada desde siempre, y este viaje parece querer mostrarle el mundo decididamente. Con su falta de recorrido en la vida e inocencia contrasta Wanda, quien la reta constantemente y parece haberlo vivido todo, llevando consigo las marcas. Con la castidad de Ida, contrastan el alcohol y los encuentros amorosos casuales de su tía. Un músico joven que conocen en el camino no oculta su atracción por Ida, a pesar de su hábito, y le dice en algún momento: «Tú no te das cuenta de lo que generas, cierto?» Los diferentes mundos ante Ida parecen tener también equivalentes sonoros: El músico representando la emancipación y la ilusión con el jazz de John Coltrane. La densidad y el dramatismo de las piezas de Mozart que su tía pone frecuentemente en el viejo tocadiscos. Y el silencio sostenido para su vida en el convento, palpable en esta imagen de meditación acostadas boca abajo. Las interpretaciones de Agata Trzebuchowska y Agata Kulesza en los papeles de Ida y Wanda, aunque siempre dentro del balance sobrio que envuelve todos los aspectos de la película, son magníficas. Ida con su aparente impavidez y la mirada melancólica puesta en la distancia, conmueve por mucho más que por ser una niña huérfana, a la que el destino pareciera querer siempre arrebatarle lo que tiene. Y Wanda, ese personaje complejo, sombrío muchas veces y chispeante otras, termina conmoviendo profundamente también, al revelarse víctima devastada por los horrores de la guerra, y al mismo tiempo por cargar la culpa de haber sido victimaria ella misma, como juez durante el régimen comunista. Es imposible no referirse a la estética de la película. Lo primero que sorprende es su inusual formato «cuadrado» de 1.37 : 1, el estándar clásico de las películas de 35 mm, en contraste con el ahora generalizado widescreen de 16:9 (1.78:1), pero no llama menos la atención el uso del blanco y negro. Muchas de las películas «post Technicolor» que optan por abandonar el color (ejemplos aleatorios son The Last Picture Show (1971) de P. Bogdanovich, Manhattan (1979) de Woody Allen, o más recientes, Control (2007) de Anton Corbijn y Nebraska (2013) de Alexander Payne), suelen hacerlo por una buena razón, y sin duda se puede afirmar que Ida es otro gran ejemplo. La potencia y la belleza de cada encuadre, de cada imagen resultante, podría equiparase con la de una exhibición fotográfica en cualquiera de los grandes museos del mundo. La fotografía de Lukasz Zal y Ryszard Lenczewski logra esto saliéndose también de lo convencional. Fondos en los que permanece prolongadamente, compuestos por patrones rítmicos, arquitecturas atrayentes o paisajes invernales imponentes, entre otros, sirven de marco para los personajes, que parecen no salirse del tercio inferior de la pantalla, aún a costo de cortar visualmente la parte inferior de sus cuerpos. Los protagonistas ocupan casi siempre espacios equivalentes cada uno, sin interrumpir el balance homogéneo y austero de todos los componentes de la película. El cine es una experiencia que involucra diversos factores, pero es ante todo una experiencia visual. Ida sin embargo será inolvidable en todos los aspectos.
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