Guten Tag, Ramón2014-11-227BuenaPuntuación de los lectores: (3 Votes)9.0TÍTULO ORIGINAL: Guten Tag, Ramón OTROS TÍTULOS: Buen día Ramón AÑO: 2013 DURACIÓN: 118 min. GÉNERO: Drama PAÍS: México DIRECTOR: Jorge Ramírez Suárez ESTRELLAS: Kristyan Ferrer, Ingeborg Schöner, Adriana Barraza Hay varias razones que hacen de Guten tag, Ramón una película más que amable o simplemente disfrutable. La primera y muy poderosa es que su director Jorge Ramirez Suárez no se conformó con el estereotipo de la inmigración hispana. Ramón, su protagonista, no es el típico espalda mojada que ya fuera de su país y tras la ilusión de un mejor destino, termina lavando inodoros, sirviendo tacos o traficando coca. Este Ramón, el de Guten tag, pega un brinco más grande y llega a una Alemania hermética, helada y desconocida que servirá de escenario para demostrar que ante la necesidad y ante las enormes barreras del idioma, el de la comprensión y la solidaridad es y será siempre el más universal de los lenguajes. Una segunda razón es la forma como Suárez plantea, a través de un Ramón un tanto pintoresco pero creíble, el contraste de países y culturas. México, lejano, polvoriento, pobre y violento tiene el estallido vital de los chiles, la espontaneidad de los bailes norteños y, especialmente, esa tradición de la madre, la vieja a la que siempre se le mandan, por encima de cualquier cosa, parte de esos primeros chavos que se ganan en tierra desconocida. Alemania, limpia, ordenada y culta tiene la contracara del hastío y la soledad. Hombres y mujeres pensionados deshojan sus días sin otra emoción que la de hacer la compra cotidiana. Sin densas pretensiones y con las hipérboles propias de cuando se quiere realzar un contraste, Guten tag, Ramón es un contrapunteo entre una vida, la mejicana, deshecha que está por hacerse y otra, la alemana, ya tan hecha que termina por deshacerse. De la posibilidad de que culturas tan distintas se encuentren y luego del inicial enfrentamiento inicien, así sea tímidamente, un recíproco proceso de reconocimiento, compañía y apoyo, es de lo que trata en esencia Guten tag. Una tercera razón a favor de Guten tag es la forma comos sus actuaciones le imprimen un sello especial asegurándole una muy buena ruta de contacto con el espectador. Krystian Ferrer hace un Ramón honesto y querible; los pulcros ambientes alemanes y particularmente su invierno, son escenarios más que propicios para hacer sobresalir su espíritu de rebusque y gozo. Ingeborg Schoner en el papel de Ruth, la pensionada que acoge y ayuda Ramón, es, más que sobresaliente, contundente. Reafirma con su actuación que la clave está en saber estar ante la cámara. Qué se diga y qué se haga frente a ella son cosas que vienen después; lo primordial, para asegurar la naturalidad de toda buena actuación, es ser capaz de olvidar que se está ante ella y en eso la Schoner es una maestra. El resto del elenco – cansinos y canosos pensionados alemanes y curtidos y doblegados norteños mexicanos – redondea una puesta en escena convincente que se deja ver con algo que va más allá del simple agrado. La diferencia específica de Guten tag, Ramón, su nota sobresaliente, se resume en esa escena en la que Ruth y Ramón se sientan a comer. Ni él sabe una sola palabra de alemán ni ella una sola de español. Como el canon tradicional enseña que en la mesa se habla, todo lleva a pensar que la velada terminará en un silencioso fiasco. Pero no. Cada uno cumple con lo suyo y habla y habla mucho. Ambos cuentan con nostalgia, ilusión y deleite sus cuitas olvidándose de que el otro no entiende ni jota pero sintiendo, de una inexplicable manera, que en otro plano lo entiende todo. Este diálogo que apela más a la sensibilidad, a la emoción y a la diversidad que al cambiante sentido de las palabras, es la corriente vital en la que Ramírez Suárez apoya toda su historia y es esta misma corriente la que le da a Guten tag, Ramón un carácter que la hace superar, holgadamente, la típica aventura – caricaturesca, angustiada o sublimada – del hispano en tierra extranjera. Dicen algunos que Guten tag arrancó por buen camino, que lo transitó con personalidad pero que al final se fue por un atajo que la desvió del destino que merecía. Puede ser. No lo sé. En este tema de los finales hay tanto de expectativas y subjetivismos que es difícil decir qué es y qué no es buen final. La crítica en general condena los predecibles y los forzadamente felices. Mejor pareciera, para muchos, que en lugar de finales hubiera unas interrupciones que no se comprometan con un determinado desenlace. En el caso de Guten tag, Ramón personalmente creo que su final responde bien a su planteamiento central y que no tiene porque haber un recelo gratuito hacia los finales felices. Como bien lo sugiere su título, Guten tag, Ramón es el encuentro de mundos distintos, de visiones diversas y de como sus anhelos y frustraciones pueden generar confrontación pero, también, solidaridad, comprensión y apoyo. Los finales felices ni demeritan ni aquilatan una película; son, como el concepto mismo de la felicidad, instantes y no estados.
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