Green Book: Una amistad sin fronteras
Andrés Quintero8
LO MEJOR
  • La reivindicación del buen cine de emoción y entretención
  • Su guión: una impecable lección de como hacer mucho a partir de lo sencillo
  • Mortensen y Ali, contundentes.
LO MALO
  • Dirán algunos que su ligereza y su ingenua condescendencia
8Notable

TÍTULO ORIGINAL: Green Book

AÑO: 2018

DURACIÓN: 2h 10min

GÉNERO: Drama, Comedia

PAÍS: Estados Unidos

DIRECTOR: Peter Farrelly

ESTRELLAS: Viggo Mortensen, Mahershala Ali, Iqbal Theba, Linda Cardellini, Ricky Muse,David Kallaway, Montrel Miller

Ni el más avezado cinéfilo puede decir, mentiría si lo hiciera, que no esconde un gusto tan sincero como primario por alguna o algunas de esas películas que se ven con una despreocupación que bordea el desparpajo; películas que nos vencen sin esfuerzo invitándonos a que las veamos con esa sensación ligera de no tener que decir  nada  serio o inteligente sobre ellas porque, aparente y astutamente, se conforman con asegurarnos un par de horas de placentera desconexión. Son esas películas que no se incrustan en el alma – o no, al menos, por el camino árido de la razón – pero que sí se dan sus mañas para acariciarla, guiñarle el ojo o, cuando menos, apaciguarla.

Green Book la primera película en solitario del director Bobby Farrelly (hasta ahora venía trabajando en llave con su hermano Peter) pareciera, a primera vista, una de esas entretenciones palomiteras, apta para domingo en la tarde. Su historia es tan sencilla como cautivadora. Un talentoso y sofisticado pianista decide realizar una serie de conciertos por los estados del sur. Para llevar a cabo su cometido necesita un conductor/guardaespaldas (en ese orden) que le asegure llegar oportunamente – y en condiciones apropiadas – a los lugares donde ya están anunciados los conciertos. Un poco de contexto condimenta este periplo musical: el talentoso y sofisticado pianista es negro; los estados del sur que recorrerá son los estados sureños de Norte América en los que venteaba la discriminación racial y es a comienzos de los tumultuosos, e inestables años sesentas cuando Don Shirley (Mahershala Ali) se le mide a esta, ahora sí lo sabemos, arriesgada travesía.

Que mejor para minimizar o quizás para exacerbar el peligro, que hacerse acompañar de un guardaespaldas/conductor (en ese orden, ahora) blanco y racista, un descendiente de italianos crecido en el Bronx en medio de una cultura que encomia, al punto de la caricatura, los valores del estereotipo de la familia tradicional. Tony Lip (Viggo Mortensen) es el nombre del chofer elegido. La selección habría sido  acertada si el movilizado hubiera sido un hato de reses y el vehículo una tractomula. Lo que la pone a zozobrar es que el transportado sea un hombre de modales delicados que lo último que haría sería comer pollo frito dentro de su exclusivo y lujoso Cadillac, modelo 62.

Es sobre el antagonismo de los mundos y caracteres de estos dos personajes que se va tejiendo una historia llena de momentos que se deslizan sutilmente de lo gracioso a lo emotivo. Nada en Green Book tiene, ni la chabacanería del humor fácil, ni el facilismo de esas películas manipuladoras que inventan afinidades y solidaridades entre sujetos tan dispares que ni ellos mismos se creen las amistades que supuestamente los unen. La película de Farrelly tampoco se anda con ínfulas sociológicas o históricas.  Cuenta una historia sencilla, potenciada desde el contraste de sus protagonistas, aligerada por situaciones muy divertidas pero, y he ahí la clave de su finura y estatura, con una sensibilidad hacia lo bello, ético y auténtico y siempre con una rechazo tan frontal como atemporal  a toda manifestación de desigualdad. Lo suyo es el rescate de ese cine bien hecho que lo hace todo por dejar al público con una muy buena y perdurable sensación. Green Book da un paso adelante e inserta su cuento en un ambiente de discriminación y prejuicio pero lo hace sin acudir a tonos enseriados; su denuncia, no menos poderosa por eso , se hace desde una historia humana tan divertida como emotiva. Lo suyo es tonelaje ligero: pesa lo que pesa aunque no lo parezca.

Termino estas líneas ya sabida la noticia de los premios Oscar para Green Book. Mejor guión, mejor actor de reparto para Mahershala Ali y, palo para muchos, mejor película. Del Oscar para Ali solo decir que con Mortensen hacen una pareja de antología que recuerda, reminiscencia inevitable en las escenas de las cartas de amor, los diálogos del exquisito Cyrano con el bello pero superficial Christian, en la obra cumbre de Edmond Rostand. Repite estatuilla el gran actor de Moonlight.  El premio al guión es el reconocimiento a una historia de partitura casi elemental pero de una enorme sonoridad.

En cuanto al premio estelar,  murmuran los corredores que Green Book es una agradable y condescendiente película pero que de allí a merecer el gran Oscar hay un trecho largo. Condescender, en el buen sentido de la palabra, es acomodarse al gusto de alguien; es, según los mezquinos diccionarios virtuales, propiciar de ese alguien su agrado y complacencia. ¿Es, acaso, Green Book una película condescendiente? Claro que sí lo es y con creces, pero no con la artimaña  de la emoción superficial o con el artificio de la entretención pasajera. Condescendiente porque vuelve a esa esencia del cine que engancha y emociona pero asegurando la permanencia de la buena sensación a la salida de la sala por la huella de marcas tan sutiles como profundas.  Si el descender de la condescendencia es el encuentro con un público que está abajo, el cine es o debiera ser,  por esencia, condescendiente.

Los premios del público  suelen considerarse «menores»  por ser, precisa y paradójicamente,  premios del público, del vulgo, de la galería inculta  que  se deja comprar con cualquier floritura.  Este año en el festival de Toronto Green Book se llevó el galardón del público. Fantástico que con ese anónimo público haya esta vez coincidido  la enarbolada Academia.  Demostración contundente, aunque infrecuente,  de que se puede hacer , para el gusto de todos,  muy buen cine. Lo dicho, Green Book es tonelaje ligero: pesa lo que pesa aunque no lo parezca.