EncantoAndres Quintero7.5LO MEJORSu vitalidad, fuerza y coloridoSu bien logrado tono de colombianidadSu buen mensaje. Siempre valeLO MALOMusicalmente no deja huellaUn guion desprovisto de sobresaltos y sorpresas. Cuestión de gustos 2021-12-097.5BuenaTÍTULO ORIGINAL: Encanto AÑO: 2021 DURACIÓN: 1 hora 39 minutos GÉNERO: Animación, Comedia, Drama PAÍS: Estados Unidos DIRECTOR: Jared Busch ESTRELLAS: Animación Encantar tiene dos acepciones. La una, atraer con uno o varios dones naturales, como la belleza, la gracia o el talento; la otra, someter a poderes mágicos. El encantado puede ser el atraído por algo o puede ser también aquel que queda, con ese mismo algo, subyugado, embrujado. Encanto, la última película de ese cofre sin fondo llamado Disney, me atrajo por muchas razones, sin alcanzar en todo caso esa escasa sensación de la incontenible seducción. Puedo decir entonces, usando la primera acepción del término, que Encanto me encantó. Maribel Madrigal es la única de la familia que no tiene poderes sobrenaturales. Los tiene incluso, y en grado superlativo, la casa en la que viven sus muy disímiles miembros. En ese ambiente de alegría y exuberante colorido, Maribel, la por normal anormal, empieza a sentir que algo no anda bien y que tanta magia – y su alegría impostada – están a punto de sucumbir. ¿Podrá ella – sin fuerzas descomunales, dones premonitorios y demás superpoderes – contener la amenaza que se cierne sobre su variopinta familia? De eso trata, muy bien tratado, Encanto. Lo primero que emociona de Encanto es su colombianidad. Sin excesos ni exageraciones, la película de Jared Busch pone en pantalla muchos elementos de nuestra cultura e idiosincrasia. Así como vuelan mariposas amarillas, tazas de café se deslizan por todas partes. Las baldosas tan propias de la arquitectura del eje cafetero, fungen de teclas en un inmenso piano imaginario y, no podían faltar, las arepas hacen su aporte evocativo de nuestra gastronomía. Encanto ni es costeña, ni es cachaca, ni es santandereana, ni es valluna, es, simple y bellamente, colombiana. Quizás no alcance la universalidad de películas como Frozen o Coco, pero sí muestra una cultura no solo atiborrada de alegría, color, desparpajo y música, sino también marcada por el dolor de una violencia ancestral que ha provocado – y sigue provocando – muertes, heridas y desplazamientos. La aventura de Maribel no es tan vertiginosa y potente como otras de la casa del Ratón Miguelito. Encanto está más en la línea de esas historias donde la emoción y el mensaje van siempre entrecruzándose para, sin olvidar el eje central que es la entretención , dar puntadas alrededor de un feminismo fresco y convincente y de una constante revaluación en torno a ese concepto tan etéreo y sospechoso llamado normalidad. Encanto es una nueva y brillante muestra de esas historias multigeneracionales que no tienen que soportarse en la confrontación entre malos y buenos. En Encanto no hay un malo o una mala al que en un final apoteósico vencerá el bueno o la buena. En lugar de ese temible y asustador malo, lo que hay son errores, prejuicios, desigualdades e injusticias por derrotar. Esa es la nueva batalla por dar y es la que nos muestra, sin descuidar el vértigo aventurero, la historia de una Maribel que de entrada se desmarca del prototipo de la bella princesa, mostrándose, con sus gafas verdes y su cierta torpeza, diversamente bella. Quizás por tanta complacencia regional, en lo musical Encanto no logra batear de home run. Uno no sale silbando esa cancioncita pegosa con la que se recuerdan las buenas musicalizaciones, sino más bien recordando una colcha de retazos musicales encargados de borrarse entre sí. Titular es un arte. Lo sabe el novelista, el cuentista, el pintor, el compositor, el guionista. Que el título elegido exprese, sintetice o insinúe el contenido de la obra, es el resultado esperado de una tarea que no tiene reglas. En el caso de Encanto, la palabra elegida – sugestiva, polisémica y provocadora – es perfecta para esta historia, para su protagonista y para la emoción que provoca.
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