En los pasillosAndrés Quintero8LO MEJORA partir de un planteamiento modesto, una historia convincente, poderosa e, incluso, perturbadora, Sin excepción, todos sus actoresSu guiónLO MALOPorque de pronto alguien así lo considera, no yo, su duración y su ritmo2019-05-088BuenaTÍTULO ORIGINAL: In den Gängen OTROS TÍTULOS: A la vuelta de la esquina AÑO: 2018 DURACIÓN: 2h 5min GÉNERO: Drama, Romance PAÍS: Alemania DIRECTOR: Thomas Stuber ESTRELLAS: Sandra Hüller, Franz Rogowski, Peter Kurth, Ramona Kunze-Libnow Quiera Dios que In den Gängen, la película alemana incluida en la programación del Eurocine 2019 (https://www.festivaleurocine.com/), llegue a nuestra cartelera comercial y quiera también ese mismo Dios que al momento de elegir entre las traducciones de su título se opte por En los pasillos y no, como lo hicieron en España, por A la vuelta de la esquina. Este deseo, no tan pueril como parece, tiene su explicación. No se trata de preferir aquel título que traduzca bien la palabra gängen, que en español significa pasillo o corredor, sino que el título, en nuestra lengua, logre el efecto evocador que su título original transmite. In den Gängen es una historia que no solo transcurre en los pasillos de una bodega mayorista, sino que son esos mismos pasillos, esos prosaicos corredores, los que, así como encierran las vidas de un puñado de trabajadores sombríos, les dan a esas mismas vidas una mirada franca, un toque de sentido, un discreto halo de esperanza. No es a la vuelta de la esquina donde Christian, el empleado recién llegado, se enamora o habrá de enamorarse de Marion, otra trabajadora de la enorme bodega. Es en sus pasillos, con su connotación de circulación y tránsito , donde se cuece eso que no es simple atracción ni tampoco almibarado o convulso enamoramiento, sino otra cosa, ese querer estar con el otro sin apegos, apropiaciones o proyecciones, un estar que satisfaga, ilusa y fugazmente, ese indómito anhelo llamado felicidad. Pese a las apariencias, la película de Thomas Stuber no es una de esas correctas pero mínimas historias que exploran micro universos con el buen propósito de mostrar que de lo rutinario y discreto también emergen sentimientos poderosos. Para decirlo en otras y más directas palabras, no es una de esas películas en las que deliberadamente no pasa nada porque la intención está en resaltar el valor de lo insignificante, de lo que suele pasar desapercibido y que termina siendo el material predominante de la vida. In den Gängen es mucho más que – o ni siquiera es – la historia de un amor fabril con un poderoso mensaje, bajo cierta aspereza, de romanticismo. Lo que bulle en la historia anónima de estos trabajadores es, no la posibilidad de otra vida, sino la certeza de su existencia, una vida tan mentirosa como verdadera que se empeña en desligarse de esa otra vida , la que empieza cuando la jornada laboral termina, una vida entre tímida y obstinada que transcurre en el horario laboral, entre estanterías que se elevan como enormes muros de protección y con la compañía de unos seres umbríos que de alguna manera construyen un hábitat seguro y confortable a partir de la mecanización de sus días, apilando, empacando, desempacando y despachando productos y, en medio de todo ello, tejiendo entre todos una red de miedos, sueños, soledades, frustraciones y anhelos. En últimas no importa si es en la interacción de terrícolas con seres galácticos en otra dimensión o si es en una bodega mayorista en la que trabajan y viven unos seres comunes y corrientes, la comedia humana siempre termina siendo la misma. Lo remarcable de todo esto es no solo el enfoque, contenido y a la vez desbordado, que logra Stuber con su historia, sino la forma magistral en que a través de In den Gängen lo hace. De arranque una mención especial al dúo protagonista y al elenco acompañante, nunca secundario. Las actuaciones de Sandra Huller y de Franz Rogowsky, Marion y Chrstian respectivamente, son impecables y lo son por su austeridad, por la renuncia a todo tipo de adornos, incluido entre estos el de la mismísima palabra. Acostumbrados, cultural y comercialmente, al recargo actoral, es todo un solaz encontrar actuaciones en las que la ponderación y la medida se apartan tanto del burdo histrionismo como del pedante quietismo. El resto del equipo está sincronizado en la misma frecuencia y sin necesidad de giros extraños o de chifladuras con pretensiones de genialidad, genera no solo una empatía casi inmediata con los espectadores, sino también una enorme credibilidad. Los encuadres son perfectos, la fotografía es impecable y los planos de la cámara, en un espacio dominado por la geometría de las estanterías, son sugerentes y expresivos. Broche de oro su acertada musicalización. IN DEN GÄNGEN (R: Thomas Stuber); v.l.: Sandra Hüller und Franz Rogowski Aplauso cerrado para un guión que se construye casi de la nada. Piense usted, quien está leyendo estas líneas, que lo ponen a armar una historia cuyo material de arranque es el día a día de unas personas que trabajan en un depósito de despachos mayoristas. La condición es que no la puede construir ni con crímenes inesperados, ni con tragedias despiadadas, ni con enamoramientos osados, ni con el humor de situaciones arrevesadas. Cómo hacer para no sucumbir en un bodrio en el que no pasa nada o en una de esas historias modestas de pronto olvido? Si quiere la respuesta vaya a ver In den Gängen y compruebe como, al descender su plataforma de soporte, el sonido de un montacargas es, si le presta atención y si se le ayuda con una intención compartida, muy similar al de las olas reventando en pleno mar.
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