El sueño de WadjdaAutor82013-12-198Nota FinalPuntuación de los lectores: (3 Votes)9.6Título Original: Wadjda Otros Títulos: La Bicicleta Verde Año: 2012 Duración: 98 min. Género: Drama País: Arabia Saudita Director: Haifaa Al-Mansour Estrellas: Waad Mohammed, Reem Abdullah, Abdullrahman Al Gohani Las películas cuya trama se basa en “las pequeñas luchas”, las luchas cotidianas, las que podríamos vivir cualquiera de nosotros, en diferentes momentos de la vida y posiblemente a la vuelta de la esquina, tienen el encanto de la identificación con sus historias, la magia de la sensación de cercanía a sus personajes, el sentimiento cálido de familiaridad que nos da entenderlos profundamente. Imaginemos por un momento que, siendo niños (y probablemente para toda la vida), se nos prohibiera algo tan simple como montar en bicicleta, ese aparato fascinante que en la quietud busca caerse torpemente, pero que en el movimiento equilibra las fuerzas mágicamente para avanzar con fluidez, y que, aún utilizando solamente el propio esfuerzo, permite ir a velocidades que no se comparan con las de nuestras piernas en tierra. Nos da la posibilidad de acortar distancias, de disminuir tiempos, de ir a lugares lejanos, de sentir el viento… nos da libertad. A esta prohibición es a la que se enfrenta la heroína de esta película, Wadjda (Waad Mohammed), una niña de diez años, con un padre frecuentemente ausente, hija única que vive con su madre (Reem Abdullah) en un suburbio de Riad, Arabia Saudita, donde las “niñas virtuosas” no pueden oír pop o rock, no pueden usar zapatos tenis con cordones de colores, y por supuesto tampoco pueden montar en bicicleta. Los niños como su amigo Abdullah, en cambio, si pueden. Wadjda sueña con tener una bicicleta y correr con Abdullah (Abdullrahman Al Gohani), pero sabe que jamás la recibiría de su padre. Una de las escenas con más fuerza en la película comienza con Wadjda jugando con una piedra en un lote baldío, y justo antes de lanzarla contra un muro, aparece una bicicleta verde, nueva y radiante, que parece volar justo encima del muro, haciendo agitar al viento los flequillos que adornan el manubrio. Descubre que la bicicleta va amarrada a un camión de reparto y empieza a correr, persiguiéndola hasta su destino. Es en ese momento que Wadjda decide emprender la hazaña de conseguirla. Aborda esta tarea con esa mezcla de ingenuidad y valentía que los niños suelen tener, y que probablemente no deberíamos dejar perder con el correr de los años. Para ella el obstáculo para montar en su bicicleta es el dinero para comprarla, de ninguna manera es la prohibición de usarla. Decide juntar la suma necesaria, sin que la detenga el que semejante cantidad parezca inalcanzable a través de los pequeños trabajos que una niña de su edad puede hacer. Apelando a su espíritu comerciante y negociador, comienza con la venta “clandestina” de pulseras que ella misma hace en su colegio, por demás estricto y apegado férreamente a las tradiciones musulmanas. Esto, junto con sus otras pequeñas rebeldías, empieza a causarle problemas y enfrentamientos con la rectora. Surge entonces la posibilidad de conseguir todo el dinero que necesita, en caso de ganar un concurso de recitación del Corán y conocimientos religiosos, y sin dudarlo decide inscribirse. Para dimensionar la tarea a la que se enfrenta Wadjda, la directora Haifaa Al-Mansour muestra contundentemente en esta, su primera película (y además primera de Arabia Saudita dirigida por una mujer), el contexto radical musulmán de desigualdad hacia la mujer. Se hace evidente que exponer esta inequidad es un objetivo fundamental, pero lo hace tal vez esforzándose demasiado, tendiendo por momentos a hacerse repetitiva, quitándole ritmo a la historia y disolviendo un poco el efecto de los eventos realmente contundentes que exponen esta problemática, muchos de ellos muy bien logrados, y suficientes para transmitir el mensaje con fuerza, acaso de una forma más paciente y natural. En la exposición de esta desigualdad es también interesante el papel que juega la rectora del colegio, joven, atractiva y en apariencia moderna, pero apegada vehementemente a eliminar cualquier brote de cambio, quien en algún punto confiesa con amargura haber sido de niña como Wadjda. Haifaa Al-Mansour logra de los dos niños actuaciones cándidas y honestas, que imprimen a sus personajes espontaneidad y credibilidad, haciéndolos (especialmente a Wadjda, claro) realmente encantadores. Contrastan mucho con las actuaciones de niños a los que nos tiene acostumbrados Hollywood, muchas veces excesivamente simpáticos, excesivamente inteligentes, excesivamente traviesos… excesivamente “algo”. Las actuaciones de los niños son fundamentales para que, junto con la profundidad de los planteamientos, una historia fresca, conmovedora en muchos de sus pasajes, y realmente inspiradora, hagan que esta película bien valga la pena verse.
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