Diecisiete
Andrés Quintero7.5
LO MEJOR
  • La empatía que genera con los personajes y sus situaciones
  • La actuación de Nacho Sánchez
  • Su buena honda
LO MALO
  • Alguna exageración en la caracterización de los personajes
  • Para ciertos gustos, su final
7.5Buena

TÍTULO ORIGINAL: Diecisiete

AÑO: 2019

DURACIÓN: 1 hora 40 min

GÉNERO: Drama, Comedia

PAÍS: España

DIRECTOR:  Daniel Sánchez Arévalo

ESTRELLAS: Biel Montoro, Nacho Sánchez, Lola Cordón, Iñigo Aranburu, Itsaso Arana, Kandido Uranga 

Hay algo, hay mucho, de petulancia cuando uno dice que sus comentarios o críticas cinematográficas son, en estas épocas de encierro, solo de películas vistas en la plataforma MUBI. Tras el hacerlo hay una necia pretensión de aparente sofisticación. Como si MUBI fuera la poco visitada biblioteca de la gran casona y las restantes plataformas su cocina o su sala de juegos, siempre atiborradas de gente, más divertida quizás, pero menos profunda.

Creyéndome tan endeble cuento, me puse a buscar películas en MUBI y extraviado en medio de una interesante oferta que tiene cosas buenas, regulares y también malas,  me detuve para preguntarme que de impresentable o condenable tendría rendirme ante la tentación de ver, como el planeta entero lo hace, una de esas películas que la opinión sinuosa y anónima que circula por la red recomienda como lo mejor que se encuentra en las  plataformas más comerciales.

Fue así como llegué a Diecisiete. Fue así como afortunadamente llegué a Diecisiete, la más reciente película del guionista y director español Daniel Sánchez Arévalo. Antes de seguir, un rápido paréntesis para contar que Sánchez Arévalo tiene, además de varias películas,  un palmarés de cortometrajes. Sí que vale la pena verlos; desde sus iniciáticos como Gol  (2000) y Profilaxis (2003), hasta trabajos más elaborados como Fake Me (2019) o Un beso de película (2017). Disponibles en Youtube. Sea que se les vea antes que a Diecisiete o después de esta, lo que resulta indiscutible es que Sánchez Arévalo desborda talento, creatividad bien encauzada y ese humor amargo y ácido tan característico de los ibéricos.

 

Diecisiete son los años que tiene Héctor (Biel Montoro), un joven recluido en un centro de rehabilitación para menores por la comisión de varias infracciones. Entre ellas el hurto de un deshumificador, justificado, según el parecer de Héctor, porque lo robó para que su abuela, postrada en una cama, pueda respirar mejor.

El temperamento hostil y agresivo de Héctor lo incomunica con sus compañeros de encierro. El abogado le dicen despectivamente porque gasta las horas memorizándose el código penal que le regaló la juez que dispuso su reclusión correctiva.  Solo un perro, Oveja, logra saltar el muro que Héctor ha levantado para no contactarse con el mundo. Cuando se entera que Oveja no es suyo sino una pasajera terapia de rehabilitación, se escapa del centro e inicia una odisea para encontrar el perro perdido y para asegurarse de que su abuela compartirá tumba con su ya fallecido marido. A regañadientes y al principio en franca oposición con lo que considera un disparate, su hermano mayor decide acompañarlo.  Búsqueda compartida que traerá sus resultados, no necesariamente por hallar lo buscado pero si por encontrar aquello a lo que, sin una razón clara, se había renunciado.

Diecisiete, disponible en NETFLIX, es un relato de carretera que va despojando de sus caretas a dos seres humanos que en medio de sus enormes diferencias comparten la condición de marginados. Es tras su irascibilidad, sus ironías y  sus groserías que ambos esconden su enfado con el mundo y, a la vez, su extrema sensibilidad y su innata solidaridad. Como la cebolla, las capas irán cayendo, no para revelar cambios milagrosos, pero sí para insinuar la posibilidad discreta de una  esperanza o el aliciente cotidiano, algo devaluado pero valioso siempre, de contar con un hermano.

Como suele pasar en las movie road, a dónde conduzca el recorrido , según mapas y  cuenta kilómetros,   es lo de menos. Lo importante es que el andar geográfico active en los viajeros  un mecanismo interno que les permita un verdadero desplazamiento existencial o emocional. Así regresen al lugar del que partieron. Sánchez Arévalo lo sabe bien y arma una travesía bien dosificada en la que ni el humor pierde su traza esencial de inteligencia y trascendencia, ni la trascendencia su dosis de desenfado y humor.

La química entre los hermanos funciona bien por la acertada mezcla de irreverencia, diferencia y respeto pero es, definitivamente, la fuerza que le imprime Nacho Sánchez a su personaje, el del hermano mayor, la que mueve toda la película.  Su condición de desamparo, su ética enclenque y ese amor desbordado por el hermano calavera, se funden en uno para producir el personaje entrañable que Sánchez dibuja con enorme naturalidad y, por ende, con una contundente credibilidad.

Quizás Diecisiete haya terminado rindiéndose ante los  gratos espejismos de la moralina y el buen consejo. De pronto pudo habérsele rebajado al entusiasmo final, lacrimógeno y emotivo. Quizás, pero poco importa.  Tal vez Sánchez Arévalo se lo pensó mejor y optó por no comerse el cuento según el cual amargar las historias  gusta a menos gente pero da cierta valía intelectual.  Sin imposturas ni fingimientos, acabar bien y hacerlo con la trampa lícita de la emoción, es una carta con la que también en el cine se puede ganar.