Crystal SwanAndrés Quintero6.5LO MEJORLa cámara, y la músicaAlina NasibullinaLO MALOSu innecesaria pesadezSu estilo y lenguaje. Difíciles de asimilar 2019-07-176.5AceptableTÍTULO ORIGINAL: Khrustal AÑO: 2018 DURACIÓN: 1h 33 min GÉNERO: Drama PAÍS: Bielorrusia DIRECTOR: Darya Zhuk ESTRELLAS: Alina Nasibullina, Ivan Mulin Al derrumbe y disolución de la Unión Soviética a comienzos de los noventas le siguieron años difíciles de recesión y transición. Desmembrada de la URSS, Bielorrusia empieza un complejo proceso de auto reconocimiento e independencia. Es en este país en ciernes en el que Velja (Alina Nasibullina), una joven de 22 años de profesión abogada pero de vocación DJ, sueña con esa esquiva visa que la llevará a Chicago, no a ejercer su ceremonioso oficio pero sí a lograr con sus mezclas musicales el vaivén eufórico de quienes concurran a la disco de moda. Con esta historia de base, la directora Darya Zhuck construye Crystal Swan una de las películas programadas en el Indie 2019 que desde el pasado jueves y hasta el próximo domingo 21 de julio exhibe en distintas salas bogotanas su programación. La madera que se tenía para construir un trabajo de antagonismos y contrastes entre esa realidad amarga de un proyecto político frustrado y la imagen, tan idílica como irreal, de un país de ensueños y oportunidades, se desperdicia y el resultado es apenas un boceto opaco y denso de una joven aplastada por una burocracia de papeles y, especialmente, por una sociedad y una familia que miran con recelo las inútiles ensoñaciones de Velja . Cuesta trabajo decir que una película como Crystal Zwan es una mala película. Y cuesta trabajo no solo porque es parte de una muestra selecta y muy bien calificada, sino porque es su lenguaje – y no necesariamente su calidad cinematográfica – el que genera en el espectador, o al menos en el espectador que escribe estas líneas, una sensación de rechazo, incomodidad y aspereza. Quizás sea un asunto apreciativo y cultural y de seguro otros, con espectros más amplios que los míos, sean capaces de captar, degustar y apropiarse de los códigos a través de los cuales Crystal Zwan expresa por medio de sus personajes, sentimientos, frustraciones y anhelos. En mi caso, tengo que ser sincero, la película de la Zhuck no logró ni conmoción, ni roce alguno. Ninguna compenetración con la protagonista y su historia pero sí, en cambio, un cierto desagrado con las situaciones y circunstancias que le sirven de marco a la directora para el desarrollo de una trama que teje con habilidad pero con un sabor amargo que antes de enamorar, distancia. Es entonces cuando el espectador, en pos forzada de intelectual, se dedica a evaluar, a analizar, a diseccionar y no, como es lo debido, a simplemente disfrutar. Se salva, o salvo yo al menos, una cámara inteligente, unas entradas musicales que aflojan innecesarias tensiones y la actuación de su protagonista. Lo demás es densidad sobrante y un empecinamiento por estigmatizar, al punto de caricaturizar, una determinada idiosincrasia o una cultura particular. No diré entonces que Crystal Zwan sea una mala película. Diré, discretamente, que no me gustó y que siempre es vital un grado de complacencia y agrado para adentrarse en una película por más amarga, desestabilizadora y lacerante que sea. Cuando ese contacto no se logra, al menos en el plano primario de la emoción , todo está perdido. Qué pudo haber sido Crystal Zwan y no fue? Una historia que sin renunciar a su lenguaje y a su contexto cultural e histórico y sirviéndose de lo sombrío de la situación y de los caracteres extremos de sus personajes, hubiera sido capaz de extraer, con su propia estética y sus visiones de mundo y la humanidad ese anhelo tan ingenuo como universal de que quizás en otro lugar se nos permita ser aquel que, en un acá ingrato y amargo, no se nos permite ser.
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