Creative Control
Diego Solorzano7
LO MEJOR
  • Un argumento llamativo, efectivo y bastante actual.
  • Su diseño visual, exquisito y protagonista de la historia.
LO MALO
  • Su ritmo puede desconectar al espectador
7Buena

6d866e917d564fa70e1628f2015e6a0aAÑO: 2015

DURACIÓN: 97 min

GÉNERO: Drama, Ciencia Ficción

PAÍS: Estados Unidos

DIRECTOR: Benjamin Dickinson

ESTRELLAS:  Benjamin Dickinson, Nora Zehetner, Dan Gill

 

La humanidad está en constante movimiento y aprendizaje, las sociedades actuales son radicalmente distintas a las que dominaban el mundo hace veinte años y a su vez, el inexorable paso de la tecnología va a alterar la que vendrá en los próximos veinte años, y así sucesivamente. Esto se hace patente en la transformación del modo en el que vivimos día a día y las relaciones intrapersonales, pues ahora tenemos la posibilidad de enterrar sentimientos con un solo clic o iniciar una nueva amistad con alguien al otro lado del mundo; esta conexión entre las sociedades no puede existir sin sacrificios constantes e inconscientes de nuestra capacidad afectiva, como al momento de entablar una relación a distancia donde miles de kilómetros se resumen de manera trágica en una pantalla de ordenador o la de un smartphone.

Esta disyuntiva entre “la sociedad conectada y las relaciones desconectadas” ha sido patente en el cine y debo remitirme a la más reciente obra de Spike Jonze ‘Her’ donde la sociedad había alcanzado un grado tal de superficialidad y pánico por la soledad, que perdió la capacidad de relacionarse físicamente. Creative Control funge como hermana menor de Her pero con un relato más catastrofista del futuro que antes parecía brillante y enamoradizo.

Creative Control acoge la idea de que no podemos controlar nuestra conexión con la realidad, sostiene que todos en cierto modo somos esclavos de nuestros propios vicios y que estos no se extinguen con el paso de las décadas, sino que se transforman y globalizan con la ayuda de las tecnologías, descarrilando por completo nuestras relaciones sociales y obligándonos a ahogar nuestra abstinencia digital como lo hace el inventor protagonista de esta historia. El universo de David (Benjamin Dickinson) es monocromo, un futuro funesto y claustrofóbico divido entre su trabajo y una relación desconectada de la realidad, infructuosa y aquejada por el estrés de un proyecto complicado: Gafas de realidad aumentada, el invento que hace mover la vida de David y funciona como punto de fuga en su propia tragedia futurista, ayudándole a escapar de su relación, trabajo y vida hacia una realidad irreal, desconectada del mundo que le rodea y que le hace perder el control.

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La estética de Creative Control no es producto del azar, la paleta monocroma cimenta una densa narrativa que tarda en arrancar y basa su evolución en la repetitiva depresión que atraviesa el protagonista, y pronto desemboca en una crisis de pareja que afecta a su novia Julliette (Nora Zehetner) quien sirve como objeto metafórico de un pasado aterrorizado por el futuro en crisis. No obstante, la película adolece en esta narrativa como no lo hacia Her, en parte por no saber cómo trasladar las emociones autodestructivas de David y su intento por escapar de su propia vida. No obstante, cuando el metraje se engancha en su leitmotiv, funciona a la perfección como relato depresivo de la adicción a la tecnología como vía de escape en los peores momentos de nuestra vida; es una trama efectiva cuando la película ha construido su premisa y es una pena que este momento de equilibrio sintáctico llegue cuando el espectador pudiera haber perdido ya interés en la historia. Sin embargo puede resultar estimulante la progresiva y caótica caída en desgracia de David y Juliette, pues no resulta una problemática tan distante ni ajena a nuestros tiempos.

Así mismo, Creative Control sabe aprovechar su limitado presupuesto para plantearnos cuestionamientos filosóficos mediante obsesivas y repetitivas escenas de corte onírico, donde el espectador no sabrá dilucidar la realidad que también confunde a David, y que se encuentra soportada en una musicalización minimalista pero que no desencaja en ningún momento. Del mismo modo, los actores entienden a la perfección el relato aún cuando el ritmo no colabore en su primera parte.

Sin embargo y pasando por alto errores «de debutante», la primera obra del también actor Benjamín Dickinson logra causar una profunda reflexión en el espectador con una trama alejada de los clichés y estructuras tópicas (un punto flojo de ‘Her’), pero capaz de interiorizar los problemas de una sociedad actual basada en la superficialidad de la vida, en las relaciones de pareja y en el faustuoso descenso a una progresiva desconexión y pérdida de control en nuestras vidas, impulsados por un aburrimiento crónico hacia los placeres y el cinismo de fiestas sin dirección ni control; todos estos problemas del mundo actual ayudan a cimentar la problemática del futuro: ¿Cómo escapamos de la plasticidad de la vida? Los guionistas de la cinta coquetean con la solución pasajera de la drogadicción y la transforman en tecnología, con los mismos efectos pero normalizada por una sociedad entregada a los vicios y que quiere vender las drogas en otro formato más accesible y moralmente aceptable, lo cual a su vez también normaliza la depresión, no solo de David, sino también de una sociedad cada vez más exhausta de una realidad que no la representa.

Ni la satisface.

Sobre El Autor

Colaborador (Colombia)

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