Capitana Marvel
Andrés Quintero6.5
LO MEJOR
  • Su talentoso elenco
  • Después de un comienzo confuso, un final que engancha
  • El gato
LO MALO
  • Que el gato esté entre lo mejor
  • Consecuencia de una historia sin fuerza, la falta de carácter de sus personajes
6.5Aceptable

TÍTULO ORIGINAL: Captain Marvel

AÑO: 2019

DURACIÓN: 2h 5min

GÉNERO: Ciencia Ficción, Aventura, Acción

PAÍS: Estados Unidos

DIRECTOR: Anna Boden, Ryan Fleck

ESTRELLAS: Brie Larson, Samuel L. Jackson, Jude Law, Ben Mendelsohn, Gemma Chan,Annette Bening, Lee Pace, Mckenna Grace

La vigésima primera entrega de la franquicia Marvel, Capitana Marvel, no deja sinsabores pero tampoco deja sabor alguno.  Con una trama confusa, los directores Anna Boden y Ryan Fleck hacen lo que los expertos en este asunto de las zagas llaman, adornándose con el neologismo,  una precuela.  La precuela cuenta una historia anterior a una principal y central que ya es conocida. Una remontada a los orígenes, para decirlo de otra forma.  En el caso de Capitana Marcel,  la mirada pretérita – apenas a los recientes noventas –  recae sobre Carol Danvers (Brie Larson) una mujer que por alguno de esos conjuros astrales resulta dotada de extraordinarios poderes. Con ellos deberá enfrentar una guerra galáctica que libra alguna de sus muchas batallas en nuestro resquebrajado planeta.

Arranco por decir que no soy un seguidor de las producciones de estas franquicias y que eso explica el que muchos de sus detalles y muchas de sus claves narrativas se me escapen por completo.  El solo resumen que acabo de hacer sobre la capitana y su rol en una confrontación sideral, fácilmente lo haría añicos un  aficionado a esta novel galería de superhéroes.  Consciente de esta condición, con hijas  en esas dudosas casillas de los milennials y centennials  y con la indeleble huella de los superhéroes de los sesenta y setentas, siempre promuevo el plan familiar de ir a ver estas nuevas versiones. Lo hago con la desprevención de quien no milita en las filas de los fieles seguidores,  pero siempre con el deseo de que la pantalla me sorprenda y que de pronto alguno de estos personajes termine sentándose al lado del legendario Superman o intimando con el irremplazable Batman. Más allá de pasar el buen rato, siempre voy con la expectativa de que en un género tan trillado algo nuevo sea contado  o algo viejo sea contado de una nueva manera.

Capitana Marvel asegura, sin notas superlativas, lo del buen rato. En lo que sí se queda muy a mitad de camino es en lo de cautivar innovando. El personaje mismo no es del todo convincente y no se debe al trabajo de Brie Larson que hace lo suyo con nota de aprobación. La falla está en que sus creadores olvidaron que el principal poder de un superhéroe no está en sus dones superlativos sino en su personalidad. Si esta es floja o indefinida, del personaje solo quedará, anulándolo, su efímero sartal de poderes. Error grande creer que la condición femenina del personaje era suficiente para dotarlo de credibilidad y perdurabilidad. El tufillo feminista que se le siente a la película termina siendo todo menos reinvindicatorio del género. No era por el transitado y fácil camino del oropel de poderes por el que había que moverse para construir el personaje; lo que se olvidó fue aprovechar, sin tan epíteto, el poder femenino. Sus efectos, tan constructores como devastadores, están muy por encima de las fuerzas descomunales, las velocidades lumínicas o los vuelos galácticos. Eso está, en la realidad y en la ficción, más que demostrado.

La experiencia para el espectador es entonces la ya conocida: un despligue cuasi infinito de posibilidades técnicas que le harán sentir que lo sumergen, que lo catapultan, que lo esconden, que lo golpean, que lo lanzan al infinito. Sensaciones trepidantes y muy disfrutables pero típicas de atracción mecánica de feria o, si se prefiere, de videojuego con gafas para visión tridimensional. Todo eso está bien si se lo pone al servicio de una historia y de los personajes que la animan pero eso mismo se vuelve baratija, pieza de pacotilla, si es apenas con su fulgor y estridencia que se quiere deslumbrar al espectador.

Empezando por ella, los personajes de Capitana Marvel son sosos. Apenas si son muñecos de ocasión para un despliegue de tecnología que aspira a diferenciarse, sin lograrlo del todo,  por su acento retro.  Samuel L Jackson debe seguir lamentando haber aceptado su papel. Una cosa es la ironía o la fina burla y otra, enteramente distinta, la  burda bufonada. Lo de Jude Law mejor pero no alcanza a ser, por la pobreza del guión y el afán taquillero que trashuma la película,  una levantada de cabeza.  Todos quedan atrapados en un confuso espiral  que no sabe por donde avanzar y que apela, ya en su agonía, a futuras entregas que lo ayuden a buscar nervio y sentido.

En este género, como en tantos otros, como en casi toda la producción cinematográfica, un punto  siempre  clave es el planteamiento, inmemorial pero siempre actual, de la confrontación entre el bien y el mal.  Las películas de superhéroes son el escenario propio para, desde el lenguaje fantasioso de la ficción, volver sobre este leitmotiv de la humanidad y es en la forma de su planteamiento donde se esconde la clave de la diferenciación y el éxito.  En esta historia de Marvel los malos son tan insustanciales como los buenos y la historia  que los enfrenta  está tan al servicio de otra cosa, que uno se queda sin una percepción, así sea ambivalente ,  de bandos enfrentados, de razones y sinrazones, de victorias o derrotas.   Al final todo queda reducido a un tobogán de emociones ya conocidas que se olvidan del todo cuando, al encenderse la luces, los pies tocan tierra.