CalvarioDiego Solorzano7.5LO MEJORSu protagonista, está muy bien interpretadoLa fotografia, bellisimaSu ritmo, atipico y vertiginosoLO MALOSu final, un poco anticlimatico.Su condicion independiente le limita un poco en posibilidades2016-04-137.5Muy BuenaTÍTULO ORIGINAL: Calvary AÑO: 2014 DURACIÓN: 102 min GÉNERO: Drama. PAÍS: Irlanda DIRECTOR: John Michael McDonagh ESTRELLAS: Brendan Gleeson, Chris O’Dowd, Kelly Reilly «No desesperes, uno de los ladrones fue salvado No presumas, uno de los ladrones fue condenado» En el mito judeocristiano, la predestinación es siempre vista como una decisión divina, una determinación extraterrenal que mueve los hilos de nuestras acciones parta así provocar sus consecuencias. En teoría nuestra razón de existir va enteramente ligada a dios y solo él conoce la naturaleza de nuestro destino, incluso por más aciago que pudiese ser siempre debemos esperar que él nos beneficie y encontrar en él protección además de apoyo y perdón en sus mensajeros en la tierra. Sin embargo muchas veces sucede lo contrario y nuestras acciones y sus consecuencias se desconectan de todo designio celestial y es frente a esa pérdida de un aparente control divino donde termina quebrándose la fe. La bifurcación humano-divina de este camino es el punto de partida de Calvario, una película que afronta la predestinación de un agente de dios tiznado por el odio desenfrenado y tormentoso que le ha inculcado una iglesia que dice ser, como institución humana, el brazo de dios. Calvario ni sopesa razones, ni busca explicaciones . Se limita, con evidente brusquedad, a confrontar tanto al espectador como al propio protagonista con una realidad difícil de aceptar: las vejaciones y delitos cometidos por los sacerdotes en distintas partes del mundo. La naturaleza de tales faltas no necesita explicación. El debutante director omite los discursos explicativos y hace bien pues parte desde el entendimiento generalizado de una realidad adyacente y simplemente nos encierra dentro del confesionario donde estupefactos escucharemos la amenaza mortal del pecador hacia el confesor, un enviado de dios ahora reducido a un mortal situado en el momento y en el lugar equivocados. Desde el minuto cinco, la película ha predestinado completamente su personaje principal con una amarga condena por un delito que no cometió pero que tiene que afrontar por el hecho de ser miembro de la iglesia, en una paradoja enferma de venganza que será finalizada por la victima de violación exactamente una semana después. Desde entonces el padre James aun conociendo la naturaleza de su amenaza e incluso la identidad del emisor, decide pasar sus días de vida entregado a la comunidad, intentando quizá entender la naturaleza humana que por un momento se le hizo tan extraña e impropia de la gracia divina. No avisa a la policía ni hace intento alguno por retrasar o cambiar su condena, tampoco trata de confrontar al que la profirió. Es en esta genial baza espiritual que se soporta la película: en la predestinación de su protagonista y en los quebrantos de su fe mientras las horas corren y los días se acaban, días que le darán tiempo para entender y visitar a su comunidad, como si de un momento a otro la falta de tiempo le hiciera conectar con un mundo que ha dejado atrás la religión, una Irlanda rural devastada por un cinismo creciente y una decadencia social palpable. El padre James es analítico y con una voluntad de hierro pero aun así se estrella con un muro de desconfianza y abandono hacia la iglesia, temas que incluso él parece analizar y casi compartir durante la película pero siempre con el objetivo funesto de pensar que decir a su asesino el domingo. De manera inevitable sus vivencias esos siete días cambian su forma de ver el mundo y de entender la condena que pesa sobre su cabeza. Un concepto tan farragoso solo puede salir adelante con una labor actoral impecable y en eso Brendan Gleeson es un gigante. Nunca dudamos de la nobleza del padre James como tampoco lo hacemos de sus férreos principios morales; es un adalid de esa antigua y pesada tradición religiosa que el mundo atroz ha consumido entre delitos y vejaciones. Nunca nos lo muestran como un fanático o un conversor pues funge como hombre de bien y equilibra los dos caminos que ejemplifica la frase con la que abre la película; trata de entender a aquellos que han abandonado la fe y no juzga en su posición de visitante con tiempo prestado y esto funciona a la perfección con el tono de la película. Gleeson convierte cualquier papel en una magnífica interpretación y en esta película no es la excepción. Tanto como su actor principal, el debutante director irlandés John Michael McDonagh dirige y escribe con excepcional ritmo narrativo, equilibrio y dosificación de la información, mantiene en vilo al espectador esperando descubrir la identidad del pecador, todo esto sin abandonar el estilo sobrio y reposado de la película que transcurre con inusitada agilidad, exponiendo realidades alternas a lo que el claustro religioso se refiere, un mundo que ha avanzado y dejado atrás el inmovilismo creyente. Es un trabajo notable y poderoso para un debutante al que hay que poner en el mapa de ahora en adelante. En general, Calvario es una película excepcional con un tema atrayente, ágil y explosivo que merece la pena ver, es crítica con las bases religiosas y también las defiende con acierto y coherencia narrativa. Con una fotografía brillante de una Irlanda rural y envejecida, Calvario es una obra pequeña pero poderosa en mensaje que debería remover un poco ciertos paradigmas de cine independiente con temática religiosa tan arraigada pues nunca abraza completamente un concepto, siempre está en movimiento como el Padre James, reconociendo las cualidades y falencias del sistema religioso en nuestros días, incluso cuando el tiempo no deja de acabarse.
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