Hace un tiempo leí que utilizar el recurso narrativo llamado “voz en off” le quitaba méritos a una película, ya que significaba que el director era incapaz de reflejar mediante imágenes lo que él o el personaje desean transmitir. Personalmente no podría hacer un juicio tan lapidario sobre ello, debido a que varias de mis películas favoritas adolecen de ese “defecto”. Por ejemplo: “Sunset Boulevard” (Billy Wilder, 1950) o “Blade Runner” (Ridley Scout, 1982). Pero por sobre todo la película que he seleccionado para escribir este breve comentario. “American Beauty” (Sam Mendes, 1999) es quizás la mejor y más completa película que he visto en mi vida. Es por ello que cuesta trabajo mantener la objetividad. Sin embargo, la mayoría coincide con mi opinión atribuyéndole múltiples virtudes, tanto del punto de vista técnico, como actoral, narrativo o de dirección. Dentro de los 122 minutos de duración de la cinta, la escena que da origen a este comentario es quizás el reflejo y la síntesis perfecta para una película que se encumbra y se acerca a los límites de la perfección cinematográfica. El protagonista, Lester Burnham, interpretado magistralmente por Kevin Spacey da vida a un monólogo que realmente lleva al espectador a reflexionar no solamente sobre la película que tenemos en pantalla, sino frente a la vida en general. La escena acompañada por el tema “Any other name”, compuesto por el más que respetable Thomas Newman le imprime una tranquilidad y un ritmo a las imágenes que van mezclando cuadros del pasado (blanco y negro) con escenas presentes. Es solamente un instante en la vida de Lester, una reflexión sobre ese segundo antes de morir, ese segundo en que toda tu existencia pasa por delante de ti. Lester sabe que todo ha terminado y no tiene más que agradecer lo que vivió, aún cuando a lo largo de la película se muestra infeliz y con carencias en varios aspectos, sobre todo emocionales. El protagonista dirige su monólogo desde otro nivel, superior al terrenal. En ese sentido, realiza una reflexión llena de sabiduría que engloba todo lo que ha amado durante su existencia y aquellos recuerdos que de alguna u otra forma le han transportado muchos años atrás. “American Beauty” contiene demasiados elementos que la hacen poseedora de uno de los mejores guiones de la historia del cine. La temática es tan rica y abundante en tópicos como la sexualidad adolescente, matrimonio, homosexualidad y materialismo. Pero también deambula por temas complicados como la frustración, miedos, deseos, prejuicios, búsqueda de la felicidad y envidia. Pero quizás lo medular es sobre las apariencias. Su slogan: “mira más de cerca”, refleja con precisión las distintas aristas que se vislumbran en aquella grandiosa escena final. Lo que parecía ser un desenlace obvio por el desarrollo a lo largo de la cinta, se derrumba hacia el final y se condensa en esas imágenes que vuelcan el guión hacia una dirección inesperada, pero lógica si se analiza con posterioridad. Insisto, “American Beauty” es una grandiosa película, que destroza el “sueño americano” y lo tritura en pequeñas partes, cada una más excepcional que la otra. Esta escena resume perfectamente el concepto de calidad cinematográfica, poesía y profundidad narrativa y sobre todo belleza de imágenes. No sé si la “voz en off” será un recurso válido. Puede ser debatible. Lo que puedo afirmar y sin miedo a equivocarme es que gracias a esa “voz en off”, entre otras cosas, “American Beauty” se transforma en mi opinión es una obra maestra del cine mundial.
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