Balada de un hombre comúnAutor8H. Santana (Dirección Distinta Mirada)82014-02-078Nota FinalPuntuación de los lectores: (1 Voto)8.0Título Original: Inside Llewyn Davis Otros Títulos: A propósito de Llewyn Davis / Inside Llewyn Davis: Balada de un Hombre Común Año: 2013 Duración: 104 min. Género: Drama, Música País: Estados Unidos Director: Joel Coen, Ethan Coen Estrellas: Oscar Isaac, Carey Mulligan, John Goodman Un micrófono que parece irradiar luz propia, ilumina el humeante halo que envuelve una silueta recortada ininteligiblemente sobre un escenario, mientras interpreta una canción. Al mismo tiempo, los lamentos de su guitarra repercuten contra las paredes del angosto y oscuro antro, colmando los agradecidos oídos de los parroquianos de acordes melancólicos. En el exterior continúa la penumbra, ahora una farola proyecta luces y sombras caprichosamente sobre el rostro de un vaquero, una figura tan anacrónica como amenazante, un reflejo de Lee Van Cleef que avanza hacia el protagonista con arrogancia felina, sus ojos muestran el brillo del lince que astutamente ha acorralado a su presa y se recrea altivamente instantes antes de atacar. Entonces se cobra su venganza y desaparece en su caballo amarillo. El estreno de Bruno Delbonnel con los hermanos Coen, como director de fotografía, ha estado marcado por una imagen impecable con gran profundidad de campo, que no nos hace extrañar al maestro Roger Deakins. Esa potencia visual es, una vez más, la clara protagonista del nuevo trabajo de los creadores del icónico “El Nota”, sólo que ahora, tendrá que compartir su protagonismo con la música en esta historia sobre los inicios del folk, que nos transporta al barrio neoyorquino Greenweech Village y nos sitúa en los beige años 60 de jerséis de cuello vuelto. Los Coen escriben una historia sobre la escena folk antes de ser mundialmente famosa, y eso es por ende, una narración paralela, pero muy alejada, de los comienzos de aquel genio llamado Bob Dylan, que únicamente aparecerá para situarnos en el tiempo y el espacio, por medio de otra sombra en una fugaz versión de la canción Leaving of Liverpool. La historia se centra en Llewyn, un músico soñador al que no le resulta fácil encontrar su sitio en este mundo mal diseñado. Despreciado por la industria de la música, se ve sin casa, sin trabajo y sin mujer; bueno, sí hay una mujer en su vida: Jean, que lo humilla y repudia continuamente, pero todo ese rechazo que siente hacia él, podría tratarse incluso de verdadero amor. “El dramaturgo que escribió el guion de este mundo, y lo escribió mal (nos dio primero la luz y el sol dos días después), el señor de las cosas como son, a quien los más romanos de los católicos llaman dio boia, dios verdugo, es indudablemente todo en todo en todos nosotros, mozo de establo y matarife, y sería chulo y cornudo también si no fuera porque en la economía del cielo, predicha por Hamlet, ya no hay más matrimonios, dado que el hombre glorificado, ángel andrógino, es esposa de sí mismo.” Este breve párrafo extraído del Ulises de James Joyce, nos da una idea del guiño que los hermanos han hecho a la novela del irlandés, y por tanto, a la Odisea de Homero, a la que ya dedicaron una particular adaptación. Nada de especial se podría ver en la vida de un hombre que depende de la caridad de sus amigos para pasar la noche, mientras que por el día deambula por las calles de Nueva York buscando un club en el que le dejen actuar. Pero ahí entra en juego la habilidad de estos cineastas para hacer difícil lo fácil, para darle emoción a una historia plana y, de paso, convertirla en toda una epopeya como ya hicieran con esa O Brother!, en 2000. Al igual que en la cinta protagonizada por George Clooney, Ulises es también ahora el personaje principal. Un gato que actúa como reflejo del propio Llewyn y que guiará al protagonista a través de los diversos capítulos de este fantástico cuento, obligándole a enfrentarse consigo mismo, en un ejercicio que se presenta como una búsqueda de la identidad personal y aceptación de la responsabilidad de las propias acciones. Oscar Isaac se mete en el papel principal de manera asombrosa. Puede que estos directores no lleven a grandes personajes de la historia a ninguna de sus películas, pero lo que está claro es que compensan ese comportamiento iconoclasta con actores geniales que, como el mencionado Isaac, Carey Mulligan o Justin Timerlake, se comen la pantalla y el micrófono para satisfacer a todos los amantes del folk y a los no tan amantes. Mulligan puede haber sido olvidada en el reparto de nominaciones a los premios, pero con sólo su dulce sonrisa consigue meternos en el bote. El coeniano John Goodman hace equipo con Garrett Hedlund para aportar esa dosis de depravación y humor negro tan característico de los Coen como de la obra de Joyce. Juntos llevan a cabo una pequeña “road movie” dentro de la propia película mientras representan la vanidosa arrogancia de los músicos de Jazz frente al resto de artistas. La narración circular de la obra nos llevará de vuelta a ese callejón oscuro donde el vaquero nos espera con ansias de venganza. Ahora entendemos el porqué de su reacción, y en el amargo sabor que la sangre ha dejado en nuestra boca, encontramos la inexorable moraleja que cada episodio de la vida lleva implícita. La derrota, mejor o peor afrontada pero siempre agotadora, orgullo de los sabios que saben desafiarla y condena de los necios que, exasperados, siguen tropezando por evitar mirar a sus propios errores; fuente de aprendizaje o excusa para el abandono, sólo puede ser contemplada desde una perspectiva: el duro suelo.
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