AfterimageHumberto Santana5.5LO MEJORLos primeros 15 minutos de rodaje, en los que se exploran los conceptos artísticos de Strzemiński, incluyendo el atractivo AfterimageLO MALOLo monótona que resulta2018-06-075.5RegularTÍTULO ORIGINAL: Powidoki OTROS TÍTULOS: Los últimos años del artista: Afterimage AÑO: 2016 DURACIÓN: 1h 38min GÉNERO: Biografía, Drama PAÍS: Polonia DIRECTOR: Andrzej Wajda ESTRELLAS: Boguslaw Linda, Bronislawa Zamachowska, Zofia Wichlacz Sesenta y seis años después de su primer trabajo, Andrzej Wajda terminó la que sería su última película, Afterimage. Ganador en su carrera cinematográfica en los festivales más importantes del mundo como Berlín y Cannes, además del Oscar Honorífico en 2000, siempre se interesó en retratar directa o indirectamente fragmentos de la historia polaca sujetos de una relevancia global. Afterimage no es la excepción. Narra la historia del pintor polaco avant-garde Władysław Strzemiński, reprimido a pesar de su rebeldía por el régimen comunista soviético en la Polonia de la posguerra durante los cuarentas y cincuentas. El título de la película hace referencia a la permanencia a las imágenes cuando se mira algo, a las impresiones ópticas que continúan apareciendo al cerrar los ojos por el efecto remanente del reflejo de la luz, concepto en el que Strzemiński apoyara parte de su idea artística. Powidok słońca (Afterimage of the Sun), 1949 Afterimage resulta ser una de esas películas que parecen tenerlo todo: un personaje muy interesante, una historia atrayente, una ambientación impecable que refleja los invasores grises y colores pastel desteñidos del régimen comunista, actuaciones correctas, pero películas que -pese a todo esto- no queda más que admitir que aburren. Y es que Afterimage carece de esa chispa, de esa fuerza que con seguridad el artista tuvo para superar la pérdida de un brazo y una pierna durante la guerra, para instaurar su teoría del Unismo, para publicar su revolucionario libro Teoría de la visión, para oponerse ideológicamente a un régimen totalitario y aplastante que, como todos los que se le parecen, quieren que inclusive el arte sea un medio más de su propaganda política. Tal vez sea que, si bien los hechos están llenos de drama humano, el relato es demasiado frío. Tal vez sea que se le dedica muy poco a la exploración de Strzemiński como artista. Tal vez sea el que su rebeldía ideológica se limite aquí a unos pocos discursos que terminan diluidos por su necesidad de sobrevivir. Retrato sombrío que sin duda merece contarse, más aún cuando los vientos totalitarios y populistas siguen soplando en diferentes rincones del planeta, pero que, más allá de su exactitud histórica, no acaba de enganchar.
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