A Hard Day's NightAndrés Quintero8Humberto Santana9LO MEJORTodas las canciones de la película. Con o sin ellos en escena cantándolas, son emoción puraLa justa y merecida reivindicación de Ringo StarrEl siempre elegante tono del blanco y negroLO PEORLa universalidad de su música no la tiene su humorLa falta de una buena historia que, la verdad, nunca hizo falta2015-07-298.5Muy buenaOTROS TÍTULOS: ¡Qué noche la de aquel día! / ¡Yeah, Yeah, Yeah, Paul, John, George y Ringo! AÑO: 1964 DURACIÓN: 85 min GÉNERO: Comedia, Documental, Música PAÍS: Reino Unido DIRECTOR: Richard Lester ESTRELLAS: John Lennon, Paul McCartney, George Harrison, Ringo Starr En A hard day´s night estamos ante un mito. Un mito no porque se trate, según la definición clásica, del relato de hechos maravillosos o prodigiosos, protagonizados por personajes sobrenaturales o extraordinarios, sino porque a la sencillez de su historia la catapulta de una manera inexplicable y casi absurda el magnetismo de una banda que pudo haberse diluido anónimamente en un pub cualquiera de Liverpool pero que, por una conjunción extraordinaria de hechos, se quedó, como ninguna otra, protagonizando la historia de la música. Los Beatles. No hay que decir más. Hay que oírlos mucho más. Mito porque la sola presencia del legendario cuarteto lo contagia todo de ese desenfado, de esa torpeza y de esa irreverencia que no solo se perdonan sino que terminan adorándose cuando, como sin quererlo y en un derroche de magnetismo y talento, sus integrantes se ponen a cantar. A hard day´s night ni siquiera se preocupa de armar una historia. No hay una secuencia de acontecimientos que conduzca a algo o que transmita un mensaje. Estando ellos, eso no hacía falta. Con una tergiversación teñida de humor e ironía, la película se limita a seguirlos en el desenfreno de su fama, en esa deliciosa ligereza de los que se saben dueños del mundo y, sobre todo, en esa conexión simple, inaudita y perfecta con la música. En este punto ya quizás sobre decir, pero con gusto lo hago, que no soy como Manolito, que soy, como Mafalda y todos los chicos de la escuela, un fan perpetuo e incondicional de los Beatles. Crecí oyéndolos en vinilos que giraban en la radiola de la casa y eso sigo haciendo hoy, cuarenta años después. A hard day´s night tiene un encanto especial, indefinible. Jhon, Paul, George y Ringo se representan a sí mismos sin mayores peripecias o destrezas actorales. Se limitan a pasarla bien en escena siguiendo un guión elemental de unos cantantes asediados permanentemente por sus fanáticos. A las persecuciones de tono burlesco, a los personajes bizarros que se entrometen en la historia y al humor sarcástico y casi absurdo de sus diálogos, se les intercalan esos momentos mágicos en que los cuatro se encapsulan en su genialidad, abandonan sus propios personajes y son, irrepetibles y únicos, los Beatles en el escenario. Despuntaban los sesentas cuando Richard Lester aceptó la dirección de A hard day´s night . La admiración por estos muchachos ya era epidémica y hubiera bastado ponerlos a cantar con una cámara en frente. Tenían además ese ángel del talento desbordado que realzaba, con algo de fantástica irracionalidad, todo cuanto hacían. Sin embargo Lester no se conformó con la comodidad documental. Armó una pieza deschavetada y le introdujo, por ejemplo, el singular personaje del abuelo de Paul y el protagonismo, maravilloso más no poder, del menos protagónico de los cuatro Beatles: el gran Richard, el inefable Ringo Starr. No tenía ni el glamour, ni el encanto, ni el brillo, ni el poder seductor de sus compañeros. Tenía, en cambio, una nariz enorme y la actitud básica del gregario, del que sabe que sirve y entiende que el resplandor de los unos siempre se debe a la luz que otros les dan. A hard day´s night es un homenaje al que está sentado frente a la batería, a esa segunda y discreta línea, al que no arranca del respetable tantos gritos de fanatismo pero sin el cual nada, absolutamente nada, sería posible. Para la galería antológica el pedazo de la película que muestra a un Ringo que se separa del grupo y sale a merodear por las calles, a desprenderse de su rol de bufón, a vivir su propia vida según el sabio consejo del supuesto abuelo de Paul. Y para coleccionistas minimalistas: en la interpretación de And I love her Ringo deja la batería y los acompaña con los bongos. Alucinante. Vendrían luego los años duros de psicodelia y rebeldía. Paris ardería. Se prohibiría prohibir y al final de los sesentas Joe Cocker inmortalizaría en Woodstock su versión del clásico de los Beatles With a little help from my fiends. En el 64, el año de A hard day´s night , el sueño y su pesadilla apenas iniciaban. Las canciones de los Beatles estremecían al público. Eran contagiosas, enamoradizas y ligeras pero eran, a la vez, brillantes y musicalmente envolventes. Esa mezcla les aseguraría su eterna vitalidad. Las fanáticas se jalaban el pelo y lloraban al borde del desespero. Estaba permitido soñar. Eso es lo que muestra con desparpajo y mucho encanto A hard day´s night. No escribo estas líneas para decir si es o no una buena película. La nota del encabezado es un número cualquiera. Las escribo para decir que A hard day´s night resume un mundo, que deleita el espíritu, que es imposible no cantar viéndola y que, como mito que es, está poblada de seres fantásticos que nos cambiaron la vida con su música.
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