ZCésar Padilla Herrera8LO BUENOVer a Yves Montand, Jean-Louis Trintignant o Irene Papas Algunos planos completos muy apropiados para el ambiente político que registraban.Le brota el contexto en que se realizó. La década de los sesenta y el inicio de los setenta.LO MALO Muchos dicen: es maniqueísta, infantiliza a los militares y sus secuaces. !Qué esperaban¡ hay una postura crítica al poder, era necesario ese exceso.Cuando Lambrakis recuerda a su amante, no se cuál era el punto. Quizá introducir el momento que vivía con su esposa.2018-04-188Muy BuenaPuntuación de los lectores: (17 Votes)9.7 TÍTULO ORIGINAL: Z AÑO: 1969 DURACIÓN: 127 min. GÉNERO: Thriller político PAÍS:Argelia DIRECTOR:Konstantinos Gavras REPARTO:Yves Montand, Jean-Louis Trintignant, Irene Papas, Jacques Perrin Z urdo, totalmente, así es el cine de Costa Gavras, un maestro del cine político. Esta película la realizó en 1969, es decir en el cenit de las marchas de los baby boomers; en vigencia del tercer gobierno de la Unión Soviética; cuando se podía hablar claramente de ideologías sin tono medio. Mejor dicho, Costa-Gavras hizo Z en el calor de la guerra fría y el pleno de las dictaduras. Por ello se puede decir que la realización y reproducción en las salas de teatro fueron en si mismas una acción política contestataria. Esta es una película muy particular, catalogada como clásica, por al menos tres razones. Primero, trasciende su tiempo, sin saberlo realizó la realidad. Segundo, sus protagonistas no son los individuos o los personajes. Tercero, tuvo el reparto ideal, lo cual le da un tono de seriedad y elegancia. Cuarto, en Europa y EEUU le dieron los laureles que se daban a las mejores. La realidad de la realidad de la película Uno puede atreverse a decir que nunca la denuncia a un gobierno de militares quedó mejor retratada que en Z. Toda la estrategia paramilitar, de eliminación de los zurdos, de asco a las ideologías marxistas, de rechazo a cualquier tono rojo, de regodeo de la apariencia de orden, quedan magistralmente representadas en la película. Es más, la película pareciera narrar los hechos de una sentencia condenatoria a cualquier dictador militar latinoamericano o los acontecimientos reales de alguna de nuestras dictaduras. Habrá que agregar que hoy cuando se celebran las casi cinco décadas de Z, nosotros, somos más protagonistas que espectadores. Esto porque, curiosamente, la realidad parece haberse basado en la película. Los crímenes y desapariciones sin responsables pero con chivos expiatorios; la justicia que intenta ser ciega pero que ve, de frente, sin venda, sin gafas, a los que necesitan de su absolución; la confabulación de ciertas elites políticas en la captura de la justicia; la impopularidad de los Z, muertos, desaparecidos, desconocidos y cuando se sabe de ellos, enterrados. Frente a esto, no debe olvidarse el mensaje inicial, casi panfletario, al inicio del film. 2. El protagonista es una fuerza detrás, encima y más allá de la democracia No basto con Z. Costa Gavras, es quien más se ha dedicado a la denuncia política y la crítica social en la industria del cine. Así, a cada película intenta agregarle algo de realidad aunque leyéndola y mostrándola desde una determinada postura política. Eso sí, se desmarca del documentalismo; usa la realidad no para registrarla, sino para denunciar una variable de la misma: la forma de lo que esta detrás, encima y más allá de la democracia; la forma del poder. Dicha variable de la realidad es poco abordada, no solo no vende, además no conviene, no gozan de buena financiación, ni generan taquilla. Y es que el cine está lleno de directores tibios, pero no es el caso de Costa-Gavras o el de algunos pocos, tildados de polémicos, como: Frank Capra, Glauber Rocha, Mel Gibson, Sergei Eisenstein, Lars von Trier, Kathryn Bigelow, Clint eastwood, obviamente Leni Riefenstahl, entre otros. El punto es que Costa-Gavras sabe, mejor que nadie, posicionarse políticamente para después dirigir películas donde el protagonista no es un individuo sino la conspiración, el utilitarismo o, como en Z, la lucha ideológica. Sin rodeos, se compromete a señalar a los que ganan en el juego democrático y en contar el drama de los que pierden. Usualmente, los primeros son unos cuantos portavoces de la falta de ética, los segundos son unos pocos valerosos. Aquellos son los cínicos culpables, estos los inocentes y valientes. En Z brota el señalamiento a los ganadores y su letal lucha ideológica. No se puede olvidar que precisamente por esto lo acusan de maniqueista, y como no, algunos colombianos, no dudan en usar el «mamerto» para calificarlo a él y a su cine. Se puede criticar su obvio desprecio a los representantes políticos, los militares y sus aliados. Estos eran ignorantes, viciosos, daban asco. Creo como muchos que Costa-Gavras exageró. Pero no puede negarse, primero, que así imaginamos a los dictadores; segundo, que Costa buscaba generar conciencia entre los espectadores, denunciando (a través de un thriler sobre el crimen cuya víctima fue un político de izquierda) a quienes están en el poder como primeros responsables de la distorsión de la verdad. 3. El perfecto reparto En esta película, el adalid de la alternativa ideológica a la de los militares lo interpreta Yves Montand. Se llamaba Grigoris Lambrakis, existió, lo mataron. Su historia fue fuente de inspiración para el libro de Vasilis Vasilicós sobre el cuál se adaptó esta película cuyo título completo es Z: il est vivant. Destaco en la interpretación de Montand sus movimientos reposados, esa excelente interpretación de un tipo gallardo, mesurado e imperturbable; en esto se parece a Bogart. Ahora, este mérito de Montand, lo encuentro dudoso; quiero decir, el actor registra así ante la cámara porque, de acuerdo con mi investigación, el tipo era así. Montand fue muy popular, cantante, galán, amante de Edith Piaf y portador de una mezcla de elegancia y seriedad de la que también hacía gala Marlón Brando en El Padrino(1972). Otro magnífico actor, más versátil que Montand, es Jean-Louis Trintignant. Su interpretación de agente de la justicia, de Christos Sartzetakis, es espléndida. Es un buen detalle de vestuario el de sus gafas oscuras: no sabemos a quien mira, de quien duda pero mira y ese enigma nos conviene, es la garantía de la imparcialidad, de la resistencia a la corrupción del sistema, al que Sartzetakis pertenece. Adicionalmente, Trintignant, con su rostro impenetrable gesticula poco, se comporta como el ideal de agente de la justicia. Pues bien entre la interpretación del adalid y el agente, se destacan también las de los militares, hasta parecen serlo en realidad. Que buenos y grandes eran los actores y las actrices antes. Uno solo puede pensarlos con algo parecido a la nostalgia. El mismo Costa dijo que todos sus actores le servían al film y no al revés. No mintió, en Z la interpretación de todo el reparto es la que necesitaba el film. 4. Un cine laureado quizá por lo literalmente político Finalmente, aunque el cine Europeo y Norteamericano, el que más consumimos, ha sido más bien muy liberal, a ratos republicano, sumamente conservador y en tal orden, siempre ha sido político, en Z lo político del cine es distinto. Z viene sin metáforas, subtextos, apologías, analogías, ironías o moralejas. Es frontal en su crítica. Con esto logra probar que el cine es también herramienta ideológica y que los directores pueden asumir un rol de compromiso político en su obra, así esto sea impopular. No hay que olvidar que Z no pasó desapercibida para la critica cuando se proyectó. Por ello, ganó de todo, tanto en Europa como en EEUU. Muy probablemente premiaron esta forma osada de hacer cine, tan sugestiva, tan comprometida. Hay que ver Z: il est vivant.
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